A pesar de los intentos del actual presidente de mantenerse en el poder, no reconocer el resultado electoral, y hablar de fraude, las elecciones en los EE.UU. están decididas. Biden será el presidente 46 de la Unión Americana, y asumirá en enero. Gran parte de las acusaciones de la campaña de Trump, son resultado de un sistema de conteo de votos que no se conjuga con la mayor potencia tecnológica del mundo.
Dicho lo anterior, Trump tendrá que dejar la Casa Blanca en manos de los demócratas. El aún gobernante, no tiene ni el carisma ni la popularidad de un Obama. Más aún su estilo es repudiado y rechazado por gran parte de la población, incluyendo de sus votantes. Las recientes declaraciones, desconociendo los resultados oficiales, han aun aumentado esa percepción, incluyendo aliados como la cadena de televisión Fox y el uno que otro líder del partido republicano.
Pero ¿sobrevivirá el “Trumpismo”? La pregunta para hacerse es a que se refiere esa denominación. Los planes que hubieran dado respuesta a esos trabajadores de las zonas industriales que votaron por él en el 2016, nunca se llevaron a cabo. Ni hubo una reforma tributaria progresiva, ni hubo reconversión de capacidades, ni se cambió el sistema universal de salud llamado “Obamacare” por otro esquema, ni se implementó una política industrial con visión de largo plazo. Por el contrario, se mantuvo una política tradicional republicana, con reducción de impuestos para los más pudientes.
Entonces ¿cuál es ese otro “Trumpismo” que probablemente sobreviva? Es el que llama a las pasiones con un racismo elemental, que señala a los inmigrantes como el gran peligro para la estabilidad laboral del trabajador en las zonas industriales, es el que ve en China el desestabilizador y competidor fraudulento, sin reconocer las propias debilidades y ve teorías de conspiración en cualquier esquina.
Derrotar a ese “Trumpismo” no solo esta vez, sino a futuro, necesitará el éxito de la administración Biden/Harris. Y esto debe incluir aumentos de productividad y generación de empleo, equidad de género e inclusión, competitividad internacional y alianzas a nivel global en vez de un mal entendido nacionalismo, desarrollo con incorporación del componente ambiental y una efectiva lucha contra la pandemia en el corto plazo.
Trump y su falta de decencia y su estilo desagradable, insultante y burdo desaparecerán. Pocos lo tratarán o lo podrán imitar. Pero lo que bien pudiera quedar es ese populismo nacionalista que no sólo lo llevó al poder en el 2016, sino significó que más de 70 millones de americanos volvieran a votar por él en esta oportunidad. Ese “Trumpismo” que habla al corazón y a los sentimientos de muchos, si continuará presente en la identidad de un “nuevo” partido republicano. Ese es el peligro en la cuna de la democracia moderna. Y es lo que está ocurriendo en la era postglobalización y de influencia descontrolada de las redes sociales en muchos países del mundo: la demagogia, el simplismo, las falsedades y los argumentos pasionales sin ciencia y sin análisis profundo están llegando al poder. Es momento de que ese “Trumpismo” se pueda derrotar en EE.UU. y en cualquier país del mundo.
Rafael Herz
Analista Internacional
rsherz@hotmail.com