Finalizada la etapa álgida de la pandemia y ante una evidente crisis mundial de legitimidad del empresariado, regresaron los foros, encuentros y eventos con sus llamativos y flamantes títulos. Todos hacemos -y me incluyo porque la educación, está en ese negocio-, llamados urgentes a la sostenibilidad, a la transparencia, a la equidad, a la incidencia... La agenda que quisiéramos que abordaran los empresarios es inabarcable.
Deben tener prácticas éticas, verdes, conscientes, incluyentes y resilientes. Deben además asegurarse de que sus proveedores y sus clientes, también las tengan. Deben tejer un relacionamiento sólido con las comunidades con las que trabajan y a las que impactan. Deben cumplir normas, leyes y regulaciones y, además, deben participar activamente en la definición de nuevas pautas. Deben participar en gremios, asociaciones y comités. Deben estar pendiente de los debates públicos y de su imagen pública. Deben contestar encuestas, participar en grupos focales y dar su opinión sobre todo y cualquier cosa. Deben aportarle a los ODS y reportar juiciosamente su aporte con rigor y periodicidad. Y por supuesto, deben participar en los ránquines, eventos, foros, cursos y conferencias que organizamos. Todo esto, mientras se aseguran de que su negocio siga siendo rentable y cuente con una estrategia diferenciada e innovadora.
Hemos convertido en héroes y heroínas a algunos empresarios que han aprendido a navegar ágilmente este mar de deberes con discursos muy bien armados y a otros que han hecho un trabajo excepcional conjugando todos estos deberes en sus prácticas diarias. A ellos y ellas los vemos pulir su discurso cada vez más en cada evento convirtiéndose en referentes aspiracionales. Pero hemos perdido la capacidad de llegarle al grueso de las empresas con nuestros llamados urgentes. La presión es tan grande, dispersa y difusa, que la gran mayoría de empresas de todos los tamaños no saben por dónde empezar a atender el llamado, más aún, en un entorno institucional incierto.
Queremos que hagan tantas cosas, que, si no nos han dejado de oír, pronto lo harán.
Lo primero para trazar un nuevo rumbo es que debemos promover discusiones cada vez más aterrizadas en los espacios que creamos para los empresarios. Tenemos que hablar más de metidas de pata y de las minucias de las buenas prácticas. Tenemos que ser más serios con quiénes se han vuelto cazadores de rentas en nombre de la sostenibilidad.
Tenemos que decir que no cuando no podemos y comprometernos totalmente cuando decimos que sí. Tenemos que abrir espacios para mipymes. Tenemos que propiciar debates útiles y abiertos con ejemplos concretos que no estén cuidadosamente curados. La legitimidad y las herramientas para superar la incertidumbre se construyen poniendo las cartas sobre la mesa.
Cristina Vélez Valencia
Decana Escuela de Administración Universidad EAFIT