Cada vez que transito por la carretera Popayán - Pasto, como lo hice recientemente, me reafirmo en el convencimiento de lo nocivo que es para Colombia el oprobioso centralismo que no permite el desarrollo homogéneo de todas sus regiones, llevando al estancamiento o al menos a un leve crecimiento de algunas de ellas, generándose grandes diferencias entre el ingreso per cápita de sus habitantes y por ende de su calidad de vida.
Digo esto porque la citada vía, que se supone es nada menos que la carretera Panamericana, se parece más a una vía terciaria que a la que nos debería unir con los países del sur del Continente y que se constituye en un triste contraste con las super carreteras existentes en Ecuador, Perú y Chile, pues además de ser angosta y llena de curvas, en varios sitios presenta graves derrumbes de parte de su banca, dejándola de una sola vía, pero pese a que desde hace varios meses le sugerí al Ministerio del Transporte y al Instituto Nacional de Vías la reparación de esos daños con el fin de evitar que ese carreteable se continúe derrumbando, solo se vino a hacer algo al respecto cuando en el tramo comprendido entre Timbío y Rosas ocurrió lo que yo temía, pues en uno de los sitios en donde había informado del derrumbe de parte de la banca, se produjo un grave agrietamiento de la calzada que aún existía y posteriormente a su total pérdida, lo cual ha obligado a que a diario se cierre la vía por varias horas, generando grandes demoras para sus usuarios.
Pero como esa carretera se construyó atravesando la falla geológica de Romeral, ese tipo de daños continuarán presentándose permanentemente, por lo que es urgente iniciar la construcción de la vía que está planeada desde hace varios años por el cañón de los ríos Timbío y Quilcacé, que luego conforman el río Patía, lo que permitiría reducir en cerca del 50% el tiempo que actualmente se requiere para viajar entre Popayán y la frontera con Ecuador y a una sensible reducción del costo de los fletes de carga, permitiendo que nuestras exportaciones a los países del sur se vuelvan más competitivas.
Pero como tanto Ministerio del Transporte como el Invías funcionan en Bogotá, a sus funcionarios poco parece importarles los efectos tan negativos que tiene para las regiones que conforman el suroccidente del país, el mal estado de esa importante vía, en claro contraste con lo que ocurre con otras regiones de Colombia, en donde se vienen realizando varias obras de 4G y se plantea iniciar otras de igual importancia, como la Ruta del Sol 1 y 2 en la región del Caribe, los proyectos Pacífico 1 y 2 en Antioquia y la Circunvalar de la Prosperidad entre Cartagena y Barranquilla, en donde recientemente se terminó de construir el puente Pumarejo, que atraviesa el río Magdalena a la salida de esta última ciudad, acabando con los trancones vehiculares que allí se formaban.
Pero es que quienes habitamos en las regiones de provincia clamamos por un cambio profundo del nocivo modelo centralista que impera en nuestro país, tema que desafortunadamente no parece haber revestido suficiente importancia para quienes han regido los destinos de Colombia en las últimas décadas y esto me lleva a insistir en mi tesis sobre la discriminación que parece existir entre los burócratas de Bogotá contra el Suroccidente del país.
Ernesto de Lima
Presidente de la Organización De Lima