En la primera semana de abril el Congreso aprobó, por unanimidad, el Tratado de Libre Comercio (TLC) de Colombia con Chile, acuerdo que hace parte de la política de internacionalización de la economía colombiana adelantada por el Gobierno Nacional, con el objetivo de mejorar la competitividad, e inducir el crecimiento de la inversión y del comercio internacional.
Chile es una economía con un desempeño notable no solo en el contexto latinoamericano, sino en el mundial. Su macroeconomía tiene unos fundamentos sólidos y la dinámica de las últimas décadas le ha permitido más que duplicar su PIB per cápita; en el 2007 fue de US$ 9.698, esto es, 2,7 veces el colombiano.
Igualmente, el país austral ha desarrollado una agresiva política de inserción en la economía global, con un incremento constante de sus exportaciones y de sus importaciones. En el 2007, las importaciones ascendieron a US$ 44 mil millones FOB, con una participación por parte de Colombia, de apenas 0,9%, lo que nos indica una gran oportunidad de ampliar nuestras exportaciones, aprovechando la claridad en las reglas de juego que implica el Tratado.
Sin duda el país debe aprovechar el TLC para generar un comercio más equilibrado, que reduzca el desbalance comercial entre ambos países. No obstante, es de destacar que las exportaciones hacia ese país se vienen diversificando hacia las de mayor valor agregado: en 1991, el 44,7% de las ventas eran productos primarios, mientras que en el 2007 su participación bajó a 22,7%. También, en este último año se destacaron productos como carbón, azúcar, químicos, medicamentos e hilados, en tanto que las importaciones se mantienen concentradas en productos primarios y bienes basados en recursos naturales (productos de cobre, manzanas, pasta de madera, papeles y cartones, entre otros).
Cabe resaltar que desde 1994, las relaciones comerciales con Chile se beneficiaron del Acuerdo de Complementación Económica (ACE) No. 24, que incluyó disciplinas básicas para el comercio de bienes, con la liberación del 99 por ciento de los productos.
Uno de los aspectos positivos del TLC con Chile es la certeza y transparencia que adquiere el comercio bilateral, a través de unas reglas de juego claras en defensa comercial, normas de origen, medidas sanitarias, obstáculos técnicos al comercio, solución de controversias, cooperación y facilitación del comercio.
Así mismo, entre las novedades del acuerdo está la inclusión de nuevos temas como los de servicios, inversión y contratación pública, lo cual crea condiciones favorables y mayores oportunidades para desarrollar eficientemente el comercio de bienes y servicios, asegurar la estabilidad de la inversión bilateral y aumentar sus flujos.
Los mencionados temas revisten especial importancia por los crecientes flujos de inversión entre los dos países. En el 2007, la inversión de Chile en Colombia fue muy dinámica, y ubicó a este país, como nuestro segundo inversionista suramericano, después de Brasil. Es de anotar que la inversión chilena se dirige especialmente a generación y distribución de electricidad, servicios financieros y de salud, transporte naviero y comercio.
Por su parte, en servicios transfronterizos se eliminaron barreras de entrada al mercado y se establecieron procedimientos ágiles para la expedición de visas de negocios, en aquellos casos en que actualmente se requieren, y permisos temporales de trabajo, cumpliendo algunos requisitos básicos. En contratación pública se logró un amplio acceso a las compras de la mayoría de las empresas industriales y comerciales del Estado en Chile, tanto en el ámbito central como regional, lo cual abre un importante mercado para las exportaciones colombianas.
En conclusión, el TLC con Chile abre nuevas oportunidades y permite estrechar los lazos y los sólidos vínculos que han caracterizado las relaciones entre los dos países.