En la pasada Navidad, a sus ochenta años, murió Samuel Huntington, pero el clima de fascinación que se vivía por la elección de Obama, hizo pasar casi inadvertida la muerte del destacado profesor de Harvard.
Durante el medio siglo que duró la Guerra Fría, las dos superpotencias hegemonizaron sus áreas de influencia; de modo que mientras la URSS invadía a Hungría, Checoslovaquia y Afganistán, Estados Unidos hacía lo propio en Guatemala, República Dominicana, Granada y Panamá. Salvo el incidente de los misiles soviéticos en Cuba, dicho reparto del mundo era trágicamente aceptado.
La caída del Muro de Berlín significó el abandono del fácil paradigma bipolar en todos los análisis, y obligó a buscar una nueva forma de interpretar las relaciones internacionales.
Por entonces Francis Fukuyama, su alumno, pretendió que el colapso de la URSS significaba la victoria de Occidente capitalista con su modelo de mercado y democracia liberal, sobre las economías planificadas y de partido único. Pero muy rápido quedó claro que los conflictos internacionales habían adquirido una extensión y gravedad inusitada.
Huntington entre tanto planteó en su obra, El choque de las civilizaciones (1996), que los conflictos internacionales no desaparecerían, sino que adquirirían la dimensión de conflictos entre las culturas. Diversos conflictos en Asia y África podrían explicarse con dicho parámetro, pero problemas como la desintegración de Yugoslavia que derivó en la brutal guerra en Bosnia Herzegovina, el genocidio en Ruanda o la reciente matanza en Darfur, mostraron que las diferencias étnicas siguen inspirando conflictos de una gravedad inusitada.
Cuando ocurrieron los ataques de Al Qaeda en Estados Unidos, diversos periodistas preguntaron a Huntington si dichos hechos confirmaban sus ideas y él, en medio del exacerbado patriotismo nacido de los atentados, respondió que ello no era exacto. Pero no cabe duda que aun si él lo negó, dicho hecho fue la expresión del fundamentalismo árabe de inspiración musulmana. Y esa guerra sigue abierta.
En sus últimos años, Huntington se concentró en el tema de las migraciones e insistió en que éstas fueron la simiente de la formación de Estados Unidos, y siempre existió un respeto por las raíces protestantes de los colonos fundadores. Históricamente los inmigrantes que llegaban a ese país asimilaban la cultura imperante y la enriquecían con sus aportes. En cambio los inmigrantes hispanos de los últimos tiempos, sostenía dicho autor, han tomado por 'asalto' la cultura estadounidense.
A favor a su tesis Huntington sostenía que los latinos son reacios a aprender inglés, han creado medios de comunicación en su propio idioma, procrean más rápidamente que la población afroamericana y atraen en cadena a sus familiares. Huntington siempre defendió que la base de toda democracia debe ser el orden y por ello su ideario fue inicialmente adoptado por los republicanos.
Paradójicamente, al final de sus días Huntington condenó la invasión a Irak, al mismo tiempo que respaldaba las políticas de control migratorio y de rechazó a la política de bilingüismo en las escuelas y lugares de trabajo.
A Huntington le queda el mérito de haber intentado el primer esfuerzo de interpretación teórica de un mundo, que aunque algunos creyeron unipolar y estable, traía en su seno las semillas de nuevas confrontaciones.
Huntington, luces y sombras
En sus últimos años, Huntington se concentró en el tema de las migraciones e insistió en que éstas f
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