Este año de elecciones presidenciales, conviene mirar qué tan acertados han estado estos "pronósticos", cuya construcción emergió desde el letargo y la indiferencia del Gobierno Samper, conocido como amanecerá y veremos.
Para los analistas resulta difícil resistir la tentación de adivinar el futuro del país; en cualquier caso, es más productivo que atarnos al deseo de pensar en la idea poco original ¿cómo sería Colombia el bicentenario si nos hubieran colonizado los británicos?
Si bien pueden haber suficientes referentes para alentar este tipo de especulaciones, no vale la pena intentarlo, pues no estamos tan mal si consideramos ser el segundo país más feliz del mundo, de acuerdo con las investigaciones de bienestar subjetivo que han socializado la Universidad de Michigan y la Organización Happy Planet Index.
Lo cierto es que resulta muy cómodo pensar en el pasado condicional, pues permite recrear ficciones y no asumir responsabilidad por las acciones y compromisos de futuro. Sin lamentos ni recriminaciones, debemos admitir que la pobreza ha sido de esfuerzos deliberados y concertados, situación que trabajó Destino Colombia en el año 1997, a través de un ejercicio de planeación estratégica con escenarios proyectados al 2013.
Este año de elecciones presidenciales, cuyo periodo coincide con el prospectado, conviene mirar qué tan acertados han estado estos "pronósticos", cuya construcción emergió desde el letargo y la indiferencia del Gobierno Samper, conocido como amanecerá y veremos.
El segundo escenario, más vale pájaro en mano que cientos volando, comprende el periodo Pastrana que entregó concesiones como muestra de voluntad para negociar, hecho que la contraparte asumió como posición débil para sabotear la construcción de confianza.
Como consecuencia de esta herida, el siguiente escenario diverge hacia la antípoda con el ciclo Uribe, donde la posición se endureció para poner a marchar a las fuerzas militares; este escenario, ¡Todos a marchar!, abrió paso a la persuasión por la vía armada.
El escenario residual se denomina la unión hace la fuerza, y hace referencia a la organización civil, comprometida con la resistencia pacífica.
No cabe duda que hechos recientes, como las marchas por la paz que se convocaron con éxito, dan cuenta de la solidaridad que ha despertado a la sociedad; nos movilizamos hacia este escenario, después de navegar por extremos.
La pregunta clave para el destino del país es si el objetivo común de organización y movilización es el referendo reeleccionista, o si efectivamente convergemos hacia la participación civil, con el uso de la inteligencia (emocional) para resolver el conflicto, a través de un estilo constructivo e integrativo que promueva el institucionalismo sin personalizar protagonismo, con una visión complementaria, de largo plazo y progresista, que vaya más allá de las fuerzas armadas y la seguridad democrática.
La propuesta de los uribistas no reeleccionistas, como Vargas Lleras, promueve la continuidad de la seguridad, incorporando mejoras a la vez que introduce un enfoque complementario hacia otras necesidades. Una visión alternativa la representa la zanahoria de Mockus, Peñalosa y Fajardo, cuya política con enfoque tecnócrata ha ofrecido resultados importantes y visibles, pertinentes en el siglo XXI. ¿Relección o renovación, cuál será el destino que elegiremos para Colombia?