En aquellos años, cuando operaba la Bolsa de Bogotá, y antes de realizar la Asamblea General Ordinaria, se realizaba informalmente una preasamblea que se llamaba humorísticamente el ‘Reinado de Belleza’.
En esta reunión se decidía, y a veces de forma acalorada, quiénes conformarían el Consejo Directivo de la entidad. Esto se hacía en privado, sin presencia de la prensa, para que las discusiones no trascendieran al público y así se llegara a la asamblea con una sola plancha de candidatos a ocupar las sillas del Consejo.
Y el nombre de Reinado de Belleza era bien merecido. Ahí aparecían los inflados egos de algunos candidatos, las atrevidas propuestas de cambio de los unos y las conservadoras propuestas de no cambio de los otros. Esto se hacía solo para seleccionar a los miembros internos del Consejo. La selección de los miembros externos era manejada de forma mucho más elegante y discreta, pero ese proceso tampoco estaba exento de acaloradas controversias.
En el Reinado se debatían todo tipo de posiciones acerca de temas que iban desde los principios rectores del mercado de valores, pasando por algunos ataques de tipo personal entre los comisionistas y hasta las alusiones a uno que otro chisme picante que circulaba en los medios bursátiles. Ahí, con frecuencia se escuchaba de un alto y delgado colega, entre las risas de los asistentes, la frase “perdiste la oportunidad de quedarte callado” y así se discutía y se lograba un acuerdo.
Dentro de las funciones que tenía ese Consejo Directivo estaban todas aquellas propias de cualquier junta directiva. Pero, a diferencia de otros órganos similares en otras entidades, los Consejos Directivos de las bolsas de valores que existían entonces tenían la función de velar por todo el mercado de valores colombiano, particularmente vigilar el adecuado y ético comportamiento de sus propios miembros. Las actividades bursátiles, como todas, están en el riesgo del inadecuado comportamiento de sus miembros.
La diferencia con otras actividades profesionales tal vez radica en que, en este caso, se trata de un mercado público de valores en el cual se manejan los ahorros del público general y donde un solo comportamiento que falte a la ética y a la ley puede afectar a miles de personas e instituciones, y que caen en el ámbito del llamado delito de cuello blanco con sus respectivas connotaciones de tipo social.
En estos días se ha sabido del nombramiento de tres nuevos miembros del Consejo Directivo de la Bolsa de Valores de Colombia. De estos miembros conozco bien a uno de ellos, conozco poco a otro y no conozco nada del tercer nuevo miembro.
Pero desde acá, lejos de la actividad bursátil, quiero aconsejarles, a ellos, así como los demás miembros de este Consejo, que se ocupen de los asuntos de la ética y que hagan el máximo esfuerzo para evitar los desafortunados sucesos que tantas veces han enlodado la actividad bursátil y que han tenido como consecuencia la pérdida de confianza de los inversionistas, sin la cual todos los demás esfuerzos serán prácticamente inútiles.
Paul Weiss Salas
Experto en operaciones bursátiles.
paulweisss@yahoo.com