En el marco del XXV Simposio del Mercado de Capitales, se pronunció el Superintendente Financiero, Gerardo Hernández, respecto de imponer mayores exigencias a las sociedades comisionistas de bolsa para evitar casos similares a los de Proyectar Valores e InterBolsa.
Bienvenida sean las propuestas para proteger a los inversionistas de estas y otras calamidades bursátiles que se han dado en el pasado.
El aumento del mínimo de activos de alta calidad para poder responder por las operaciones en el mercado, disminuyendo la dependencia de fuentes de liquidez externa es una medida sana, aunque podría generar dificultades para las firmas más pequeñas.
La medida podría traer un proceso de consolidación en la industria bursátil al generar procesos de adquisición o de fusión para cumplir con los nuevos mínimos exigidos.
Es necesaria una mayor supervisión por parte del Autorregulador del Mercado de Valores y de la misma Superfinanciera, que ya son criticados por la manera de hacer su trabajo, y acusados, sotto voce, de pretender coadministrar las sociedades comisionista de bolsa.
La adopción de modelos más estrictos para controlar los riesgos es necesaria a la luz de los estrepitosos fracasos del pasado reciente.
También hay que mencionar a las calificadoras de riesgo, pues ni aquí ni en el extranjero parecen haber tenido éxito alguno en la detección temprana de los riesgos que presentan para los inversionistas los productos financieros que, una vez destapados, resultan ser tóxicos.
Otro aspecto que debe ser revaluado y que resulta ser perverso, es el sistema de remuneración de los ejecutivos de cuenta de las sociedades comisionistas de bolsa.
A estos, se les remunera, principalmente, por su generación de comisiones para la firma que los emplea. Dicho así, parece lógico y natural.
El problema se sucita cuando se analiza el variado nivel de comisiones que produce cada producto de inversión bursátil, pues unos generan mayores niveles porcentuales de comisión que otros.
Entonces, algunos de estos ejecutivos se pueden sentir tentados a ofrecer a sus clientes los productos financieros que sean más rentables para sus ingresos personales y no los más adecuados a las necesidades del cliente.
Aquí es donde fallan muchos comisionistas en su obligación de la debida asesoría. Este, al fin de cuentas, es un problema de ética profesional difícil de regular en la práctica.
Se requiere establecer un modelo de remuneración diferente que incluya otros factores distintos a la generación de ingresos para la firma que emplea al ejecutivo de cuenta, como la generación de satisfacción de sus clientes, cosa difícil de medir, pero que debería ser la esencia de la prestación de este servicio.
De la medición de los diferentes aspectos que conforman el buen desempeño de este ejecutivo, se desprenderá una bonificación periódica que complete su remuneración fija incentivando así el logro de la satisfacción del cliente.
Naturalmente, se debe contar con mayores exigencias de conocimiento de la profesión mediante cursos y exámenes más profundos.
Paul Weiss Salas
Experto en inversiones bursátiles