Gran alboroto se ha generado con el anuncio de la puesta en venta de Isagen. Muchos expertos oportunistas tienen su opinión y la expresan privada y públicamente en un tono severo. Pienso que la gran mayoría de estos analistas reaccionaron, en uno u otro sentido, de forma precipitada. Respondieron antes de conocer los motivos que impulsaron al Gobierno a hacerlo y de saber el precio base de la oferta, lo cual me lleva a pensar que las propias reacciones tienen orígenes de índole diferente al de hacer un juicioso análisis de la transacción.
Muchos críticos, aun antes de conocer las condiciones mínimas de la venta, argumentaron en tono patriotero que el Estado no debía salir a ‘regalar’ esta importante empresa de los colombianos. Yo entiendo que se puede dar esta discusión cuando se piensa que se puede obtener todo lo que se requiera sin hacer sacrificios. Naturalmente, sería deseable poder construir la infraestructura vial del país sin enajenar otros activos, así como lo sería para cualquier familia poder comprar un carro nuevo sin tener que vender el viejo. Pero muy pocas personas pueden hacer lo segundo, y muy pocos países pueden hacer lo primero.
Si las condiciones que el Estado puede y debe imponer a todos los proveedores de servicios públicos son las adecuadas para los intereses de los colombianos, y estas son aceptadas por los inversionistas, estaríamos en el mejor de los dos mundos: bueno para el consumidor y bueno para el productor.
Ahora viene el asunto de la fijación del precio. En este tema se han escuchado las expertas opiniones de quienes se oponen a la transacción. Y resulta divertido escucharlos decir cosas como que ‘no se puede vender una empresa que le está produciendo rendimientos al Estado’.
En primer lugar, me atrevo a decir que lo que no se puede hacer es vender una que no le esté produciendo rendimientos a su dueño. ¿Quién compraría un negocio que da pérdidas?
En segundo lugar, le diría a quienes se oponen a vender una empresa por el hecho de que esta generará un flujo de utilidades futuras que, precisamente, eso es lo que se vende y lo que, en últimas, determina el precio de venta. El precio de una compañía como Isagen no está determinado por el valor de sus activos, sino por su capacidad de generar utilidades en el futuro. Eso es lo que el inversionista compra, y cuanto mayor pueda ser el flujo de utilidades futuras, mayor es el precio que esté dispuesto a pagar. Así, el comprador estará pagando en el presente parte de las utilidades futuras. Además, si se da el escenario en el cual hay más de un interesado por comprar Isagen, se presentará una puja en precio por adquirirla.
Como en toda adquisición, quien pretenda obtener un menor retorno sobre su inversión pagará más que quien haga sus cálculos con una mayor tasa de retorno, son las reglas del mercado. Algunos recordarán lo que sucedió en la venta de Acerías Paz del Río, que es un claro ejemplo de lo que, en teoría, podría suceder. Y si además de tener varios inversionistas interesados, algunos de ellos están en el mismo negocio, podrá haber un mejor precio aun a causa de las sinergias que se puedan presentar. Lo que no puede suceder es que se venda la empresa a un precio inferior al valor base fijado por el Estado.
Paul Weiss Salas
Experto en inversiones bursátiles paulweisss@yahoo.com