En su primer viaje a Europa, el presidente Biden buscó establecer una clara distinción de forma y fondo en cuanto a la política exterior y el interés geopolítico de su antecesor.
Mientras la visión de Trump se basaba en una competencia entre Naciones por ventajas puntuales, la nueva administración busca alianzas de Occidente, con el propósito de contener la expansión económica y militar de China y Rusia. La pregunta es si la nueva alianza de países G-7 en este marco se logró.
Sin duda, el equipo de Biden tiene una visión geopolítica más amplia, que incluye la lucha contra el populismo, la polarización, y las restricciones al modelo de economía de mercado. Con esas bases, son tres los aspectos a revisar.
El primero es si Biden pudo recobrar la confianza en los EE. UU. como potencia líder, después de la política más unilateral de la administración anterior. Con el anuncio de cumplir con sus compromisos en la Otan, los socios del G-7 notaron un cambio radical en la política militar.
Sin embargo, siguen las dudas sobre la influencia de Trump no solo en el partido republicano, sino en el Congreso. En ese sentido, aun persisten dudas de la fortaleza y consenso alrededor de la nueva política exterior de Biden.
Otro punto que queda por verse, es la apuesta de gasto que se ha asumido por parte del gobierno de EE. UU., relacionado con subsidios a pequeñas empresas, gasto en infraestructura, e innovación y tecnología. Esto requerirá recursos de endeudamiento del exterior, y en ese sentido, la posición del dólar como moneda de reserva líder, debe recobrarse en un momento de incertidumbre ante las tendencias inflacionarias en la Unión Americana.
Y tercero, es si Occidente logra recuperar ese liderazgo de los años 80 y 90. Hoy, los países del G-7 representan menos de un cuarto de la economía mundial, a diferencia de más de la mitad hace tres décadas. China India y Rusia juegan un papel importante en temas económicos, de desarrollo tecnológico, y de influencia militar; y también en aspectos como las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático.
En términos generales, Biden logró un posicionamiento de sus aliados europeos (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña), Japón y Canadá para luchar contra el expansionismo de China y Rusia, y a su vez, hubo acuerdos alrededor de un programa socialdemócrata, con un rol mayor de gasto fiscal del estado e impuestos mayores a las grandes corporaciones.
Todo esto para financiar el programa señalado Build Back Better. Cuando en 1975 se reunieron por primera vez los líderes del G-7 en Francia se tenía una situación similar.
Se había perdido confianza en los EE. UU. después de la crisis de Watergate. La Opep había logrado subir los precios de energía y el dólar había perdido su rol de moneda de reserva única.
En Europa, una ola de terrorismo había creado inseguridad y zozobra. En ese año y con el acuerdo de ‘Rambouillet’, se logró la unidad de occidente y una década y media después la Unión Soviética desapareció y los valores de occidente se impusieron. Ojalá sea un indicio de lo que pueda pasar en esta nueva etapa de alianzas y acuerdos alrededor de estos valores.
Rafael Hertz
Analista Internacional
rsherz@hotmail.com