Recientemente, en las democracias de América Latina, se ha buscado elegir por el ‘cambio’, señalando que los países siguen con altos grados de inequidad, de corrupción y sistemas políticos fallidos. Muchas veces estas decisiones electorales son reacciones de la juventud que espera una más rápida solución a problemas persistentes. Sin embargo, no se reconocen los éxitos de los países democráticos de la región en los últimos 20 años.
América Latina duplicó su riqueza entre 1999 y 2020, tanto en PIB como en PIB per cápita. A esto se suma que 80 millones de latinoamericanos han abandonado la pobreza en estas dos décadas y que la población bajo el umbral de la pobreza se redujo 14%. Adicionalmente, la esperanza de vida aumentó 7 años en promedio. El acceso a los servicios de salud supera cifras del sur de Europa o del Este asiático, y la escolaridad ha aumentado en niños de 5 a 14 años al llegar a 95%.
Un logro de la región se basa en las políticas de disciplina macroeconómica. La responsabilidad fiscal de los gobiernos centrales y locales, junto con las políticas monetarias y cambiarias, han permitido no solo tasas de crecimiento relativamente estables, sino también el control de la inflación.
En el plano internacional caben destacar datos relacionados con los flujos de inversión directa extranjera que hace 20 años eran de unos US$50.000 millones anuales. Ahora superan ampliamente los US$150.000 millones resultando en la creación de empleos de alta calidad.
A estos logros en indicadores económicos y sociales, se unen mejoras en aspectos institucionales. Se han ‘consolidado’ los niveles de democracia, con elecciones libres y pleno respeto a la separación de poderes, así como con instituciones fuertes como bancos centrales.
Las mejoras y el cierre de brechas en infraestructura han sido notorios. Más del 90% de la población de la región tiene acceso a energía eléctrica, la población rural ha aumentado el acceso a agua y saneamiento básico, y las vías han reducido costos de transporte y tiempos entre las urbes y puertos.
Ahora bien, los jóvenes, sobretodo, pueden sentir una frustración porque la región ‘no ha crecido más’ dado que es más complicado pasar de una renta media a una alta que de una baja a una media, exacerbado por las consecuencias de la pandemia. Pero el cambio por el cambio no parece la receta adecuada.
La propiedad privada, el libre comercio, la estabilidad macroeconómica y un sistema político democrático han mejorado la calidad de vida de los habitantes de la región. Esto no puede desconocer que se requiere una lucha frontal contra la corrupción, mayor equidad entre el campo y las ciudades, mayores oportunidades de trabajo digno para los jóvenes, y fortalecimiento en los aspectos de equidad de género.
A lo anterior, se debe sumar un reconocimiento de la importancia del medio ambiente.
Es en ese sentido que se requieren ajustes y propuestas concretas para seguir avanzando como región, y asegurar un desarrollo sostenible. Pero el simple cambio como lema no reconoce el enorme avance y los logros que se han dado en estos últimos 20 años en la región latinoamericana.
RAFAEL HERZ
Analista Internacional