Perú ha sido como una Italia en América Latina. A pesar de una crisis política tras otra (como ejemplo cuatro presidentes en los últimos cuatro años), se ha logrado un crecimiento económico ejemplar en la región de casi un 5% en promedio anual en la última década.
Este país andino ha logrado desconectar su economía de los vaivenes políticos, en parte gracias al sector extractivo, pero también, más recientemente, por una diversificación productiva con un moderno sector agroindustrial.
Acaban de llevarse a cabo las elecciones de primera vuelta presidencial en Perú. Entre 18 candidatos, los que pasarán a la segunda vuelta, serán el candidato izquierdista Pedro Castillo y Keiko Fujimori. El dilema peruano está en una polarización extrema, donde los dos candidatos se unen en aspectos preocupantes: una visión nacionalista, un rechazo a los derechos de la población LGBTI, y una postura radical anti-aborto.
Por lo demás, las posiciones son opuestas. Castillo es un profesor de escuela rural, un convencido de las nacionalizaciones de la industrias claves, en especial el sector minero y de hidrocarburos, y un convencido de un cambio constitucional que “proteja los derechos de los pobres”.
Fujimori, a su vez, hija del anterior presidente condenado por corrupción y crímenes de lesa humanidad, enfatiza la economía liberal, y se opone a cambios constitucionales que, según ella, implicaría una etapa de inestabilidad, como la que se vive en Chile. Los ataques que se vendrán enfatizarán los miedos y señalarán el “anticomunismo” vs. el “antifujimorismo”.
Después de los cambios permanentes de mandatarios en el Perú, las amenazas de cierre del parlamento, de posiciones extremas alrededor del rol del Estado en la economía, las elecciones que se avecinan, prometen profundizar las grietas de la sociedad peruana. Temas claves relacionadas con la equidad intrarregional se volverán ejemplos de pasión y de “lucha de clases”, en vez de propuestas constructivas para continuar la senda de un crecimiento exitoso, que, a su vez, permita reducir la rampante inequidad.
El dilema peruano es algo que bien se puede repetir en varios países de la región. Esto incluye la desaparición del centro que incluye una visión de equidad de género, de respeto por los derechos de las minorías, con un visión social de la economía de mercado, el respeto por la propiedad privada, y la búsqueda de un balance efectivo y eficaz entre la protección del medio ambiente y el desarrollo con creación de empleo y oportunidades.
En vez, los peruanos tendrán que elegir entre una visión simplista de un Estado empresario, de subsidios prometidos sin las fuentes para su pago, y de un posible caos a la venezolana, por un lado.
Y una visión nacionalista, de límites a los derechos individuales bajo el manto del orden, la economía de mercado sin una visión de integración y equidad. Ojalá el dilema peruano no se repita, y ese país logre que el candidato ganador reconsidere y se mueva hacia esos principios, del llamado "centro".