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Rafael Herz
Columnista

El estallido violento en Israel

Detrás de esto, hay elementos más estructurales relacionados con el significado religioso y político de Jerusalén.

Rafael Herz
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Rafael Herz

Desde hace una semana la situación en Israel y la franja de Gaza se ha convertido en un escenario de violencia no visto desde años. Una decisión judicial para remover a un grupo de Palestinos de unas viviendas de un barrio del este de Jerusalén fue el detonador. A esto se sumó, el descontento de la juventud árabe que se alzó en protestas el viernes de Ramadan al salir de la mezquita de Al Aksa.

Las consecuencias han sido un intercambio de cohetes lanzados por el grupo extremista Hamas desde la franja de Gaza a las ciudades de Israel, y las reacciones con ataques militares. Centenares de muertos palestinos, incluyendo niños. Decenas de muertos y heridos israelíes, la mayoría de ellos civiles.

Detrás de esto, hay elementos más estructurales relacionados con el significado religioso y político de Jerusalén. Tanto Palestina como Israel quieren que la ciudad sea la capital de sus respectivos países en el marco de una solución de dos estados.

Un resumen con posibles similitudes con otros casos: la inconformidad que siempre ha existido en la juventud palestina y que nunca ha sido respondido por el “establecimiento” de ambos lados fue aprovechado por intereses extremos para generar zozobra y una rebelión.

Todo esto en el marco de una decisión extemporánea e innecesaria. A esto se suma el descontento y las implicaciones de la pandemia, que ha resultado en un aumento del desempleo y de la pobreza en los jóvenes palestinos.

Adicionalmente a lo anterior, la violencia, que ahora está en las calles, se está dando en el contexto de gobiernos debilitados.

En Israel, el primer ministro Netanyahu no ha podido formar un nuevo gobierno después de las recientes elecciones, y no cuenta, aún en la actual situación, con el respaldo unánime de los israelíes estando inmerso en acusaciones de corrupción.

La autoridad palestina decidió aplazar las elecciones, precisamente por incertidumbre sobre su fuerza electoral, dando pie a que Hamas aumente su respaldo con posiciones extremas. Y a todo esto se suma una inherencia externa, interesada en desestabilizar la región y crear una situación insostenible.

Grupos de derechos humanos que no conocen el detalle de la situación incluyen pronunciamientos que poco ayudan pues no reflejan ni la realidad ni aportan a soluciones.

Así, por ejemplo, grupos ambientalistas expresan opiniones y solidaridad, sin entendimiento de la compleja realidad pero si debilitando a las fuerzas más sensatas.

Como en otros casos también, la única salida es una negociación que permita responder a las solicitudes razonables, financiables, y que den seguridad a ambas partes. Esto necesitará la mediación y el acompañamiento de los Estados Unidos y otros países de occidente, que habían decidido quedarse al margen de la situación. No solo les tocará intervenir, sino también enterarse en terreno de lo que realmente está pasando, y buscar soluciones que fortalezcan la institucionalidad de ambos lados, cimenten la democracia y los derechos humanos, y eviten la violencia y el caos.

Rafael Herz
Analista Internacional
rsherz@hotmail.com

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