Los analistas parecen asombrados: a los países ricos les va mal y a los emergentes, entre los cuales están los de América Latina, les va muchísimo mejor.
No puede ser. La Unión Europea, que era el modelo a seguir, no solo está en crisis financiera, primero y, hoy de deuda, sino que cometió los errores por los que nos juzgaron: desequilibrios macroeconómicos, excesivo endeudamiento y desorden en los que se llaman los fundamentales.
Llegó la hora de darle todo el mérito posible a Ha-Joon Chang, quien en su libro Kicking Away the Ladder demuestra cómo los países ricos hicieron todo lo que nos prohibieron para lograr desarrollarse y después patearon la escalera para que nosotros no pudiéramos hacer lo mismo. Y, definitivamente, no aprendieron.
¿Doble moral? En un programa internacional, La Clave, que será transmitido en Colombia y Alemania, la pregunta es: ¿puede Europa aprender de América Latina? Impensable hasta ahora.
Es fundamental un análisis sobre estas realidades, no solo para entender la coyuntura, sino, más importante aún, para lograr descifrar, con algún grado de precisión, qué pasará en el futuro –algo en lo que los economistas hemos resultado un rotundo fracaso–.
Lo primero que se debe aceptar es que estamos en un mundo globalizado y que esta realidad se caracteriza, a diferencia de las anteriores, en que existe el llamado ‘contagio’.
Nadie es inmune a lo que pasa en el resto del mundo, y esto no puede perderse de vista.
Sin embargo, hoy, hasta el FMI lo reconoce en su último informe: “el crecimiento de los países emergentes es aún robusto y muchas de sus economías marchan cerca de su potencial” (traducción libre).
Además, se anota que algunas de las condiciones externas que le han favorecido específicamente a América Latina continúan: buena financiación internacional y términos de intercambio muy positivos, que para el caso europeo funcionan al revés.
Cuando sube el precio de los llamados commodities, nuestra región, que los exporta, se expande, mientras Europa como importador de los mismos, pierde. Adicionalmente, a nivel de los países de la región, no hay desbalances macroeconómicos ni debilidades en sus sistemas bancarios.
Esto es especialmente verdadero en Suramérica, que se comporta mejor que América Central, entre otras, porque sus vínculos con Europa, que son remesas y comercio, no son tan fuertes como los que tiene Centroamérica con Estados Unidos.
¿Qué le puede enseñar América Latina a Europa? Que los equilibrios macroeconómicos son importantes y que están pagando el precio de su incoherencia porque a muchos de ellos se les fueron las luces. ¿Y qué le puede decir Europa de su experiencia actual a nuestra región? Que las instituciones son importantes, porque parte del problema de la UE es una crisis de su institucionalidad.
Pero lo que no le puede aprender Europa a América Latina es su política social, focalizada, asistencialista y clientelista, que ha logrado mejorar la vida de los más pobres, pero no ha tocado su mayor pecado: su terrible desigualdad, donde los pobres reciben limosnas, mientras los ricos se enriquecen cada vez más.
¿Cómo se ve el futuro?
No obstante el inevitable contagio si Europa no se recupera rápidamente y Estados Unidos sigue creciendo, pero poco, además de otros impredecibles, como el precio del petróleo por problemas políticos del Medio Oriente, la región puede mirar con más optimismo el futuro que los países ricos.
Ya se nota la desaceleración de exportaciones, y el menor precio de algunas commodities. Además, como dicen los economistas, la parte expansiva del ciclo se está madurando, pero de todas formas, el golpe será menor, y a menos que suceda algo extraordinariamente malo, la recuperación de estas economías será más rápida. Eso dicen organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Pero la recomendación es no dormirse en los laureles e insistir en que estamos blindados. Ya hasta el Ministro de Hacienda saliente, a quien se le reconoce su capacidad, dejó el optimismo exagerado de otras épocas.
No se vienen tiempos fáciles, pero los elementos fundamentales, por lo menos en cuanto a indicadores macro, están bien y ayudan a atenuar el golpe.
No olvidemos que estamos lejos de dejar de ser la región más desigual del planeta y que esa deuda no la estamos pagando bien. Preguntémosle a las clases medias y a los que no son suficientemente pobres para recibir los subsidios. Derechos sociales, económicos, ambientales y trabajo decente son tareas pendientes sin una solución a la vista.
La recomendación para América Latina es prudencia y aprovechar el mejor momento para reformas estructurales que no hemos hecho: individuos adinerados a pagar impuestos, y políticas universales en salud, educación y seguridad social que acaben con las brechas entre pobres y ricos, y entre urbanos y rurales.
A su vez, aunque los pronósticos sobre la Unión Europea no son buenos, es necesario recordar que ellos tienen algo que a nosotros nos falta: capital humano y un estado de bienestar, aunque reducido, mejor que el nuestro. Y, además, como decía sabiamente mi madre: “más tiene el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece”.
Suena atrevido hacerles recomendaciones a los países desarrollados, pero esa bella oportunidad no la podemos desaprovechar: practiquen lo que predican y ahora sufran las consecuencias de lo que nos hicieron a nosotros, las condicionalidades para superar la crisis.
Pero como estamos en un mundo globalizado, les deseamos buen viento y buena mar.
Cecilia López Montaño
Exministra de Agricultura - Exsenadora.