El próximo mes de diciembre tendrá lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. De los resultados de esa reunión y de los compromisos adquiridos por cada uno de los países podría depender el futuro de la humanidad. De ese tamaño es la importancia de este encuentro.
Actualmente, la composición de los gases de efecto invernadero (GEI) es 74% dióxido de carbón o CO2, 14% gas metano CH4, y el resto, principalmente, óxido nitroso N2 O (8%). Según la fuente de las emisiones, el 26% del total se origina en la combustión de carbón, gas natural, petróleo y combustibles para la producción de electricidad y procesos de calor, 19% corresponde a la industria por el uso de combustibles para energía y procesos industriales, 17% tiene que ver principalmente con quema de suelos para uso agrícola y deforestación, 14% en agricultura y ganadería, y 13% en el sector transporte. Otras áreas de consumo como la cocción de alimentos y calefacción en comercio y residencias, completan el total de las emisiones de GEI.
Los mayores emisores de CO2, son China (23%), Estados Unidos (19%), Unión Europea (13%) e India y Rusia con 6% cada uno. Colombia contribuyó con el 0,46% del total mundial en el 2010, lo que significa que en ese año las emisiones totales de CO2 equivalentes llegaron a 48.695 millones de toneladas.
El asunto es que las emisiones de CO2 a la atmósfera se han incrementado 16 veces entre 1900 y 2008. Por lo anterior, la conferencia de Partes, máximo organismo decisorio de la Convención de Cambio Climático de Naciones Unidas, celebrada en Cancún en el 2010, llegó a un consenso al definir que el incremento en la temperatura ambiente no debe ser superior a 2 grados celsius con respecto a los niveles de la era preindustrial. Así las cosas, el índice de emisiones de CO2 llegaría a un máximo de 450 ppm, mientras que a septiembre de 2015 el valor del índice fue de 397.64 ppm. El crecimiento se estima a una tasa cercana a 2 ppm por año.
La meta mundial es lograr la estabilización de los indicadores de CO2 en la atmósfera y buscar eventualmente reducciones del mismo. Y de eso se trata justamente la conferencia en París, para la cual las naciones están preparando los escenarios para mitigar los efectos del cambio climático.
En la reunión de Copenhague en el 2009, las economías en vía de desarrollo plantearon la exclusión de cualquier condición que los obligara a limitar o reducir sus índices de emisión con el argumento de que podría frenarse su ritmo de desarrollo económico. Según esa argumentación, es a los países ricos, quienes han contaminado el planeta durante los últimos 200 años y han alcanzado un nivel de desarrollo importante, a quienes les corresponde asumir el esfuerzo de reducir los niveles de contaminación. Esta percepción ha cambiado y hoy el calentamiento global se entiende como un esfuerzo colectivo, en el cual cada país debe plantear el nivel de compromiso de acuerdo con sus capacidades. Incluso China está dispuesta a asumir su cuota de esfuerzo por la elevada contaminación de sus principales ciudades y el deterioro en la calidad de vida de sus habitantes. Sus dirigentes han entendido que no pueden abstraerse de participar en este tema y que tendrán que asumir compromisos en la conferencia de cambio climático.
El asunto es si la sumatoria de los esfuerzos individuales de los países es suficiente para lograr la meta planteada de incremento en las temperaturas. Por ejemplo, Estados Unidos ha propuesto la reducción para el 2030 de las emisiones de CO2 del 32% con respecto a los niveles del 2005. Colombia está proponiendo una reducción del 20% con respecto a las emisiones proyectadas en el 2030. Y así, cada nación planteará sus propias metas. Sin embargo, una reciente publicación de Platts, indica que los esfuerzos combinados que todos los países están proponiendo para el 2030 está entre 56.900 y 59.000 millones de toneladas de CO2 equivalentes, cuando la meta debería estar alrededor de 36.000 millones de toneladas, a fin de no incrementar la temperatura del planeta más de 2 grados C, con respecto a la era preindustrial. Esto implica que aún es necesario ajustar las metas individuales por nación, lo que conllevará un proceso de negociación muy intenso con el ánimo de llegar a la reunión de París con una propuesta de consenso.
Por el bien de la humanidad, es necesario que la conferencia de París sea un completo éxito. Y si es así, el escenario energético y de transporte cambiará para siempre. Habrá mayor cooperación energética entre China y Estados Unidos a través del US-China Climate Change Working Group constituido en el 2013, más generación con recursos no convencionales renovables como la eólica, cuya participación va en aumento y reducción en el uso de combustibles fósiles en el transporte, entre otros temas. Todo esto con el objetivo de preservar la calidad de vida del planeta.
Luis Augusto Yepes
Consultor privado