Los objetivos de la Comisión Económica para América Latina y Caribe (Cepal), la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi ), y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), al poner en marcha el Observatorio América Latina-Asia Pacífico, muestran un proyecto que merece atención y respaldo decidido.
Contribuir al fortalecimiento de la reflexión estratégica sobre las relaciones entre las dos regiones, tiene tanto de urgente como de visionario. Más aún, cuando a dichas instituciones las inspira el criterio de que las posibilidades de desarrollo de Latinoamérica están ligadas con la fortaleza de los vínculos que se edifiquen con Asia-Pacífico.
Si se consigue construir una agenda regional para el diálogo con ese lado del mundo, que es uno de los principales propósitos del Observatorio, se habrá dado un paso trascendental. El afán de darle nuevas dimensiones a la relación birregional debe ser compartido por Colombia.
La dinámica de la economía mundial seguirá dependiendo, en buena parte, de Asia y su importancia para América Latina muestra evidencias elocuentes.
Según datos de la Cepal, en el 2000, el 5 por ciento de las exportaciones latinoamericanas tuvieron como destino el mercado asiático. En el 2012, llegaron al 12 por ciento. En cuanto a las importaciones, en el 2000 las compras originarias de Asia representaron el 11 por ciento, mientras que en el 2012, la participación fue del 27 por ciento. La misma fuente indica que hay un alto patrón de concentración en las dos direcciones.
El 78 por ciento de las exportaciones de América Latina se originan en Brasil, Chile y Argentina, y el destino del 86 por ciento de ellas es China, Japón y Corea. A su vez, estos tres países registran el 84 por ciento de las exportaciones asiáticas a nuestra región, las cuales se dirigen, en su gran mayoría, el 70 por ciento a Brasil, México y Panamá.
Los principales actores latinoamericanos en el intercambio comercial con la zona de mayor dinamismo económico son cinco, entre los cuales no se encuentra Colombia.
De otro lado, el 90 por ciento de las exportaciones de América Latina está compuesto por manufacturas basadas en recursos naturales y productos primarios, mientras que el 70 por ciento de lo que nos llega de Asia son bienes de tecnología alta y media. Esta situación no ha tenido ningún cambio en la última década.
Aquí se encuentra una de las mayores fuentes de preocupación, toda vez que esa asimetría afecta las posibilidades de integración de Latinoamérica a los mayores niveles de valor agregado de las cadenas globales de producción.
Y nuestro país, además de no estar en el grupo de las estrellas en los flujos de comercio, también sufre el impacto limitante de dicha asimetría. Algo similar ocurre con el comportamiento de la inversión extranjera directa. El crecimiento de la inversión china en América Latina es significativo, pero también debe registrarse el aumento de la actividad de inversionistas de algunos países de la región, Brasil y México, en Malasia y otros miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.
Lo que resulta pertinente resaltar ahora es que, en materia de inversiones, se presentan las mismas tendencias de concentración y asimetría que existen en el comercio birregional.
De otro lado, varios países asiáticos se han empeñado en diversificar su presencia. Corea, por ejemplo, le está apostando a la asistencia al desarrollo, a los tratados de libre comercio y a la inversión en recursos naturales en América Latina.
La firma del acuerdo de libre comercio entre Chile y Corea, que fue la primera iniciativa comercial transpacífica, dinamizó las relaciones de comercio entre las dos regiones. Ese paso condujo a más negociaciones en las que han participado Japón, Taiwán, Tailandia, China, Singapur, Perú, Colombia y México, entre otros.
Japón, por su parte, pese a que ha perdido liderazgo en el orden global, conserva un alto potencial de crecimiento industrial gracias a su tecnología manufacturera y mira a América Latina como una oportunidad insuficientemente explotada.
La importancia de las relaciones con Asia-Pacífico será cada vez mayor para América Latina en las próximas décadas. Son tan claras las oportunidades como los obstáculos que deben superarse para aprovecharlas plenamente.
Además de lo que ya se mencionó, hay desconocimiento recíproco, falta capital humano preparado en la historia asiática, la cultura y las instituciones, los costos de transporte son altos, no hay claridad para la interlocución en la zona, la red de acuerdos comerciales que existen entre los países de Asia es compleja, no hay una clara vocería Latinoamericana. En fin, son múltiples las materias que deben tratarse.
La CAF, la Aladi y la Cepal han identificado una buena aproximación a ese desafío, toda vez que buscan construir una red académica que contribuya al diseño de una ‘agenda regional de diálogo y cooperación con Asia-Pacífico’. Colombia debe ser líder en el apoyo a esa iniciativa.
Carlos Holmes Trujillo G.
Excandidato a la Vicepresidencia de la República