En días pasados fue presentado el informe sobre la competitividad de Colombia, por parte del Consejo Privado de Competitividad, el cual se suma a los datos del estudio presentado por el Foro Económico Mundial (FEM).
Ciertamente, los resultados de uno y otro no son los más reconfortantes y nos ponen frente a muchos retos.
El informe del FEM hace algunas observaciones sobre la economía global en relación con el desempeño, entre malo y mediocre, que han tenido las distintas regiones y países, para insistir nuevamente en que el objeto de este análisis es suministrar información y herramientas a los países a fin de que mejoren su desempeño económico.
El FEM define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país, el que a su vez determina el grado de prosperidad que puede alcanzar una economía, señalando también que el nivel de competitividad es el que lleva a un crecimiento sostenido.
Por esta razón, y no por un simple sentido de competencia, es que hacemos seguimiento a nuestra posición en la evaluación que el FEM hace de la competitividad de los países, y por eso mismo es preocupante que no hayamos avanzado en el indicador global de la materia, manteniéndonos en la posición 69 en el estudio de 148 países.
Si queremos un crecimiento sostenido, tenemos que esforzarnos más para lograr avances en los factores que el FEM denomina ‘pilares’, en los que estamos más rezagados y que son claves para avanzar a una mayor velocidad que otros países, algunos de los cuales lo han hecho en años recientes más rápidamente que nosotros; por ejemplo, Ecuador, que aunque está en el puesto 71, ha escalado desde el 105 que ocupó en el informe 2010-2011 al 101 y posteriormente al 86, para llegar en este informe al 71.
Mientras tanto, nosotros estuvimos en el mismo informe del 2010 - 2011 en el puesto 68, de igual forma que el año siguiente, para descender el pasado año al puesto 69, en donde nos mantuvimos en el presente informe.
Los pilares que establece el estudio están clasificados en tres grupos: Requerimientos Básicos, Potenciadores de Eficiencia, y Factores de Innovación y Sofisticación.
A su vez, cada uno de los pilares engloba varios conceptos.
Entre los varios factores evaluados, Colombia aparece con clasificaciones diferentes: en el primer grupo está incluido el pilar de las Instituciones, y dentro de este quedamos en posiciones por debajo de 100 en temas relacionados con terrorismo, violencia, crimen organizado, desvío de fondos públicos, confianza pública en los políticos y conducta ética de las firmas.
Es decir, aspectos relacionados con seguridad y corrupción. Este pilar es en el que peor calificación obtiene nuestro país.
El segundo pilar de este grupo es Infraestructura; como es ampliamente conocido y sobra reiterarlo, nuestras calificaciones en la mayoría de los factores están por debajo, también, del puesto 100.
Por el contrario, en el ambiente macroeconómico obtuvimos buenas calificaciones, entre las posiciones 40 y 60.
En el cuarto pilar, de Salud y Educación, que hace parte del segundo bloque, hay bajas calificaciones en algunos aspectos de salud, especialmente en la incidencia de la malaria, pero la más preocupante es la de la educación primaria, tema que, por lo demás, ha sido ampliamente comentado ya que debe ser una prioridad y foco principal de nuestro plan de mejoramiento.
Este puede relacionarse con la muy baja calificación de la educación en matemáticas y ciencias, que es el peor calificado en el quinto pilar.
Lo anterior nos lleva a insistir nuevamente en la calidad de la educación.
Puede que hayamos mejorado en cobertura, pero la realidad es que la calidad de la educación es muy pobre, lo que se agrava cuando vemos las diferencias entre la educación pública y la privada, haciendo más difícil que se desarrolle una movilidad social y que los estudiantes de las instituciones públicas, con honrosas excepciones, se vean relegados en el acceso a trabajos de buena calidad.
En los otros pilares merecen mencionarse la muy baja participación de las importaciones en el producto interno bruto y algunas limitaciones en el mercado de trabajo.
Sin embargo, en muchos de los otros conceptos, como los relativos a los servicios financieros, las calificaciones son bastante buenas.
Este estudio hay que relacionarlo no solo con el interesante informe presentado por el Consejo Privado de Competitividad, para orientar de forma más efectiva la tarea, sino también con el trabajo adelantado por el Consejo, en conjunto con la Universidad del Rosario, sobre la competitividad de las regiones, que es realmente importante, pues la competitividad debe ser regional y, por tanto, son las regiones, departamentos y municipios, los que tendrán que focalizar sus políticas al mejoramiento de los aspectos evaluados en el interesante estudio.
María Sol Navia
Exministra de Trabajo