La situación de la industria colombiana es un tema recurrente entre los analistas económicos. Su comportamiento es realmente preocupante y, aunque, a veces, aparecen pequeñas luces de esperanza de una real recuperación, la verdad es que al mirar la tendencia de mediano plazo es evidente que las políticas de los últimos años, lejos de dinamizar el sector, han contribuido a su caída. Así afirmen los defensores de la teoría de que basta con mantener los equilibrios macroeconómicos para que la producción industrial se dinamice, las cifras de los últimos periodos demuestran lo contrario. Por consiguiente, es hora de actuar, primero el Gobierno, que tiene la responsabilidad de generar el clima propicio con reglas de juego claras para que se tomen las decisiones correctas en el sector privado. Segundo, el ramo privado, para que, lejos de esperar acciones puntuales y remediales que benefician a pocos y no tocan el fondo de la crisis, reaccionen positivamente a estímulos reales.
La importancia de tener una industria dinámica es indiscutible, entre muchas razones, porque los empleos dignos se encuentran más fácilmente en una industria moderna con alta tecnología, sobre todo cuando el sector agropecuario está estancado y los servicios llenos de informalidad. Pero la pregunta de fondo es ¿por dónde se empieza?
En una reciente columna Rudolf Hommes, que aborda el mismo tema, plantea que la firma de un sin número de tratados de libre comercio que está impulsando el Gobierno, es un paso para fomentar crecimiento industrial. Y critica la postura de los proteccionistas, que quieren volver a décadas pasadas, cuando, según él, el libre comercio estimula la producción industrial al abrirle camino a las exportaciones de sus productos.
Tiene razón en que nadie sensato debería querer volver al pasado, cuando hoy el mundo es muy distinto, pero ignorar lo que viene sucediendo en Colombia entre productores, sobre todo agropecuarios pero también industriales, frente a la competencia internacional, es un error. Sobredimensionar los beneficios de los tratados de libre comercio es tan peligroso como volver al proteccionismo. Stiglitz afirma que los costos de estos acuerdo comerciales son a corto plazo, y los beneficios de largo plazo. Jagdish Bhagwati, a quien todos identifican como un gran impulsor de libre comercio, plantea que cuando se celebran demasiados tratados se produce lo que el llama un bowl de spaguetti, lo que genera, según José Antonio Ocampo, una “indigestión de tratados”, que es lo que parece está sucediendo en Colombia.
¿Por dónde comenzar? Sin duda, por producir, y para ello se necesita todo lo que el país ha dejado a un lado: innovación, infraestructura, agilidad en trámites, y entre muchos elementos, mejor educación y salud para una mano de obra que se adecúe a las nuevas demandas laborales. Si no se produce, cómo se vende. Pero al mismo tiempo, es indudable que además del mercado interno, tan despreciado por los economistas ortodoxos, es importante identificar nichos internacionales de mercado, no necesariamente de productos terminados, dada la forma como funciona la producción en un mundo globalizado. Y allí sí son importantes las negociaciones de dichos acuerdos comerciales para no ceder demasiado, como le ha venido pasando a nuestro país que ha resuelto ‘negociar rapidito’.
Pero Colombia está haciendo exactamente todo lo contrario. El Ministro de Comercio ha centrado su éxito en la firma acelerada de cuanto tratado se le atraviesa con países que claramente compiten con la producción nacional. Y, además, su papel en la industria es tan flojo que, lejos de mejorarse la situación de este sector, sigue de capa caída. Es decir, se abre la industria y el sector agropecuario –del cual él sabe poco– a competir con el mundo, sin que la producción de dichos ramos se haya preparado para ello. Baja productividad, poca innovación y altos costos de transacción. Es una pelea de toche con guayaba madura, en la cual la guayaba somos nosotros, los colombianos.
No hay un dilema para la industria entre producir o exportar, porque no puede hacer lo segundo si no hace lo primero, producir y producir. Es elemental que la realidad de su mercado potencial ha cambiado, pero es importante reconocer que aún China está mirando su demanda interna, como una manera de defenderse de la volatilidad de los mercados internacionales. Además, la industria tiene que entender la forma como se produce actualmente y buscar dónde están sus ventajas comparativas. Pero llegar a negociar ‘ene’ mil tratados de libre comercio sin tener en cuenta la situación real de todos los sectores, incluyendo al industrial, es una especie de suicidio anunciado que se agrava cuando la reacción del Gobierno es dar subsidios puntuales. El remedio, y en eso estamos de acuerdo con Rudy, es el peor error posible y es lo que hace actualmente esta administración.
Un error craso fue haber juntado en un solo ministerio el comercio internacional y la industria. Obvio, como lo que tiene sex appeal es recorrer el mundo firmando acuerdos comerciales, la industria queda reducida a un tema de segunda, que tampoco tiene el gremio que la defienda. La Andi, según Mauricio Cabrera, debería llamarse ahora la Asociación Nacional de Importadores, y antes decían que era la Asociación Nacional de Multinacionales.
Imposible venderle la idea al presidente Santos de tener un verdadero ministerio de desarrollo industrial, cuando él fue el primer Ministro de Comercio Exterior de este país. Pero, sin una estrategia clara de recuperación de la industria y solo a punta de TLC no habrá manera de reactivar este sector clave para el presente y futuro del país. Que difícil es ser industrial en este momento en Colombia, y, definitivamente, es más complicado que ser banquero.
Cecilia López Montaño
Exministra - Exsenadora