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Análisis/ ¿Cuál es el futuro de la banca?

Que la industria bancaria va a cambiar, no hay duda. Lo interesante será cómo los bancos van a enfrentar estos nuevos retos y la manera cómo responderá la regulación financiera.

Redacción Portafolio
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Redacción Portafolio

Recientes estudios, como el realizado por la corredora de seguros global Willis (http://www.resilience.willis.com), muestran que el panorama de la actividad bancaria está cambiando rápidamente y que el negocio bancario, tal y como lo conocemos hoy en día, se transformará sustancialmente en los próximos años. Incluso ya se habla del ‘Uber de la banca’ para ilustrar los retos que deberán enfrentar quienes proveen los servicios financieros frente a los nuevos desarrollos tecnológicos y la competencia que se avizora.

Los trabajos apuntan a que existen megatendencias que justifican un giro en el modelo de los servicios financieros. Aspectos como los cambios regulatorios, los avances tecnológicos, las nuevas expectativas de los consumidores financieros sobre las fuentes de financiación e incluso los cambios demográficos, son algunos elementos que determinarán el futuro la actividad bancaria.

El marco regulatorio desarrollado después de la crisis financiera mundial, ha impuesto nuevas exigencias de capital y de operación a las entidades bancarias. A nivel global hay un consenso de que las reformas impulsadas por la Ley Dodd-Frank y Basilea III, van a afectar los flujos de crédito, en especial a las pequeñas y medianas empresas y al crédito de consumo. Igualmente, la forma como operaban los grandes bancos globales en los mercados de capitales tienen ahora restricciones que obligan a mirar de una manera distinta las fuentes de financiación de las compañías.

Las mayores exigencias para el otorgamiento del crédito han abierto la puerta para que, aprovechando los desarrollos tecnológicos, aparezcan formas de financiación no vinculadas a la actividad financiera tradicional. Fenómenos como el crowdfunding o las plataformas que permiten el acceso al crédito de forma automática, sin participación de la banca, se vienen extendiendo en el mercado americano y europeo. Si bien, en América Latina estos ejemplos se dan de manera puntual, seguramente irán apareciendo de forma recurrente en el futuro.

A lo anterior se ha sumado la enorme liquidez de los mercados financieros como consecuencia de las políticas expansivas de los bancos centrales y el cambio de las preferencias por parte de los consumidores que buscan no solo buenos retornos o mejores tasas de interés en los créditos, sino también transparencia y rapidez en sus transacciones.

Así las cosas, y haciendo un ejercicio de futurología, se podría pensar los siguientes cambios en la industria:

1. La disminución del uso del efectivo y el cheque. El efectivo, enemigo de la banca para el mayor uso de los pagos electrónicos, difícilmente podrá resistir las nuevas tecnologías financieras. A esto podrían ayudar políticas públicas que obliguen los pagos electrónicos de los impuestos, la compra y venta de inmuebles, los pagos de bienes y servicios por parte de las entidades públicas y faciliten el pago de los servicios básicos.

2. El mayor uso de aplicaciones tecnológicas ( fintech), que van a permitir de manera amable y rápida el uso de los servicios financieros. No se trata solo de la banca móvil, sino de aplicaciones que facilitarán la interacción del consumidor financiero con los bancos. Las principales entidades financieras ya tienen en sus equipos de trabajo personas dedicadas a hacer seguimiento permanente de las nuevas apps que se vienen desarrollando a una velocidad asombrosa.

3. El acceso más rápido al crédito, al utilizarse masivamente el enorme caudal de información sobre la historia de ahorro y pagos de los consumidores.

4. Mayores riesgos operativos para la banca y la necesidad de fortalecer sus metodologías para prevenir el riesgo de crímenes informáticos. No bastará solo con que las plataformas transaccionales operen sin interrupciones, sino ir un paso adelante a los intentos de fraude electrónico.

5. Nueva competencia por parte de actores cuyas actividades se sitúan en una línea gris de la intermediación financiera.

6. Un mayor esfuerzo por parte de la banca para determinar las preferencias de sus clientes, en otras palabras, productos financieros que se ajusten a sus necesidades.

7. La tecnología y la competencia deben traer menores costos para el usuarios y la caída de los márgenes del negocio bancario.

Que la industria bancaria va a cambiar, no hay duda. Lo interesante será cómo los bancos van a enfrentar estos nuevos retos y la manera como responderá la regulación financiera. Por lo pronto, entidades internacionales como el Financial Stability Board han puesto sus antenas en la llamada banca en la sombra (shadow banking), pidiendo nuevas regulación y supervisión para esas actividades. Flexibilizar o apretar, ese será el dilema para los reguladores.

Gerardo Hernández Correa

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