* Porque la producción y comercialización de las drogas es, desde un punto de vista económico, una actividad normal de producción industrial. Basta con constatar que la marihuana es el primer renglón agrícola de Estados Unidos, con una producción que supera las 12.000 toneladas (tn), las cuales no dan abasto para un mercado que sobrepasa los 30 millones de consumidores, y que hoy se perfila una propuesta de comercialización federal con aranceles a la exportación, mientras el Departamento de Agricultura estudia la huella genética de la coca colombiana.
* Porque aquí no hay moral que valga. Es inmoral permitir que los mitos puedan más que la ciencia y la conciencia, y nuestro deber con las futuras generaciones. No podemos seguir haciéndole daño al país, dejando en total abandono a los jóvenes, consumidores y adictos por cuenta del narcotráfico.
* Porque el bochinche sobre el flagelo corresponde, asimismo, a intereses comerciales. Mientras Colombia se desangra y contamina, los dineros de las drogas se quedan en los paraísos fiscales, las extradiciones y los países que comercializan las drogas al menudeo, sin contar el tráfico de armas a cuenta de la ilegalidad.
* Porque la ilegalidad no impide que el dinero de la droga circule y se constituya en reserva financiera en cada uno de los niveles del circuito. El lavado de dinero es un gesto tan sencillo como el jíbaro que compra una libra de café con lo ganado por la venta de un gramo (gr.) compuesto de ¼ de gr. de levamisol, ¼ de gr. de cafeína y si acaso ½ gr. de clorhidrato de cocaína. Lo único sucio ahí es la adulteración y el incremento de riesgos por la ilegalidad de un mercado de consumo y el peligro de dejar a nuestros hijos a merced de la falta de escrúpulos de los mercaderes.
* Porque las plantas y drogas no son como las pintan. En el mundo somos 7 mil millones de habitantes, de los cuales menos de 250 millones consumen drogas proscritas y, entre esos usuarios, puede haber unos 20 millones en dificultades. Se habla de adictos, pero el hecho es que al igual que con tantas otras sustancias, las plantas y drogas hacen daño solo a una minoría. Causan daño a la sociedad por no estar este mercado sujeto a ley alguna, salvo la del mercado y por las armas.
* Porque la trampa de la ilegalidad está en las mediciones clandestinas que confunden al que prueba las drogas una sola vez con ser usuario y/o adicto. Trampa es la sustitución de plantas, su principio activo, por drogas de laboratorio cada vez más químicas, con riesgos desconocidos y más peligrosos, pero, eso sí, importadas.
* Porque no se puede despenalizar la dosis personal, que, de hecho, ha sido legal, si no licita, en Colombia a lo largo de toda su historia, sin pensar en la consecución y el porte de las sustancias. De tal forma, el autocultivo de marihuana es lícito, puesto que es un acto preparatorio de una conducta despenalizada.
* Porque la adulterada cocaína colombiana ya no es negocio de exportación. Mientras Colombia ha reducido su producción de 600 tn. en el 2007 a 345 tn. en el 2011, su consumo interno de drogas sintéticas adulteradísimas se estima en 50% por encima del promedio mundial, y el consumo internacional de 13 millones de usuarios de cocaína no está presto a desaparecer.
* Porque la coca forma parte del patrimonio natural y cultural de la región, y su desaparición forzada de las zonas en las que es endémica afectaría el equilibrio de ecosistemas frágiles y biodiversos, así mismo violaría la tradición espiritual alimentaria y agrícola de millones de campesinos. La única forma de erradicar las 64.000 has. del monocultivo químico de coca y detener la resiembra para el narcotráfico es poniéndole ley al asunto.
* Porque Colombia no se puede dar el lujo de seguir invirtiendo en guerra de drogas y químicos para la erradicación. No puede seguir autodestruyéndose con las fumigaciones, mientras el resto del mundo sí sabe lo que valen sus recursos naturales. Más de 2 millones de hectáreas fumigadas, y condenas a la Policía y al Ministerio de Justicia que, al igual que las fumigaciones, acabamos financiando todos los colombianos.
* Porque no conviene a Colombia no tomar las riendas de este mercado, y la forma racional de hacerlo es mediante la despenalización regulada del consumo, programas adecuados con drogas locales para los adictos y la legalización así sea transicional y/o bajo el principio de oportunidad del cultivo y la producción.
* Porque el mercado de las drogas no va a desaparecer por decreto, y antes de que el Distrito le haga al país el daño de importar drogas –así sea para un proceso de tratamiento de la adicción, que ha probado ya sus bondades en otros países–, hay que pensar que si Colombia ha sufrido esta guerra por 30 años, hoy no va salir con la sandez flagrante de comenzar a importar drogas de dónde sí han sabido sacarle el quite a la guerra.
Ante todo, sería conveniente legalizar, porque el proceso de paz, los habitantes del campo y la gran mayoría de colombianos que no consume drogas, así lo requieren para salir de la violencia de las redes criminales. Y porque, mientras no legalicemos, nunca sabremos de qué estamos realmente hablando, y entonces la clandestinidad seguirá siendo el mayor atractivo y ganancia de las drogas.
María M. Moreno
MamaCoca