Se sabe que en Colombia, a pesar de que tenemos la segunda tasa de participación laboral femenina más alta de la región (después de Uruguay), y que el nivel de escolaridad de las mujeres supera el de los hombres, existe una brecha salarial entre hombres y mujeres que llega a ser hasta de 20 por ciento. Lo que es menos conocido es la existencia de la ‘penalidad por maternidad’. Olarte y Peña, en su ensayo ‘El efecto de la maternidad sobre los ingresos femeninos’ (2010), encuentran que existe una diferencia salarial del 9,4 por ciento entre las mujeres que son madres y aquellas que no lo son. Las autoras reportan, además, que esta brecha se hace más amplia cuando los hijos tienen menos de cinco años, siendo el diferencial entre madres de hijos pequeños y mujeres sin hijos de 18,4 por ciento. Adicionalmente, se observa que ser madre en Colombia hace que la probabilidad de ser contratada en labores de menor calidad sea mayor.
En un trabajo reciente, ‘Efecto de las decisiones de fecundidad de las mujeres sobre su bienes socioeconómico’, Sarzosa (2015) explora más a fondo la manera como el número de hijos, la edad de la madre al momento del nacimiento del primer hijo y el espaciamiento entre hijos, tiene impacto sobre los resultados de las madres en el mercado laboral, y por ende, sobre su bienestar.
En primer lugar, el estudio establece que la edad al momento del nacimiento del primer hijo es crítica. Se analiza solo el periodo entre los 20 y 49 años de edad; se excluyen las madres adolescentes, pues este es un fenómeno completamente diferente. En particular, Sarzosa reporta que existe un efecto positivo sobre el salario de la madre por cada año adicional de espera por el primer hijo a partir de los 20. Sin embargo, el efecto pasa a ser negativo a partir de los 26 años de edad. Cuando la mujer decide esperar un poco al principio de su carrera laboral, esto le permite acumular más capital humano y experiencia, y ello se refleja en mejores salarios. De otra parte, si espera demasiado a tener hijos y debe interrumpir su carrera cuando ya está establecida en el mercado laboral, puede incurrir en costos salariales importantes. Por ejemplo, al principio de la carrera el efecto positivo de esperar un año adicional al primer hijo puede llegar a ser hasta de 1,14 puntos porcentuales. Sin embargo, el costo negativo de esperar hasta después de los 30 puede llegar a ser de 4 puntos porcentuales sobre el salario.
De manera similar, la participación laboral de las mujeres es mayor si esperan un año adicional a tener su primer hijo antes de los 32 años y este efecto puede ser de hasta 3 puntos porcentuales. A partir de este momento, la participación laboral se reduce con cada año adicional de espera por el primer hijo. De otra parte, la probabilidad de emplearse formalmente también aumenta a medida que la mujer espera un año adicional entre los 20 y 32 años de edad para tener su primer hijo. Pero a partir de este punto, la probabilidad de empleo formal (vs. empleo informal) se reduce significativamente a medida que se pospone la edad del nacimiento del primer hijo.
El efecto del número de hijos parece verse reflejado sobre todo en la participación laboral. En particular, la participación laboral femenina aumenta si la mujer tiene un hijo adicional hasta un umbral de 4 hijos. A partir de cuatro, el efecto sobre la participación laboral es negativo y de hasta 5 puntos porcentuales. En esencia, un hijo adicional por debajo de un total de cuatro genera un incentivo a aumentar la oferta laboral para mejorar los ingresos del hogar a raíz de la llegada de un nuevo miembro. Sin embargo, a partir de un cierto punto, el trabajo femenino ya no compensa los costos de cuidado infantil en los que tendría que incurrir el hogar y resulta más eficiente que la madre deje su empleo por completo. El número de hijos también tiene un efecto siempre negativo sobre la probabilidad de estar trabajando en el sector formal.
El espaciamiento entre hijos parece ser la variable de las tres que tiene menos impacto sobre los resultados laborales de las madres. Se reporta un pequeño efecto positivo de mayor espaciamiento entre hijos sobre el salario y sobre la probabilidad de estar activo en el mercado laboral. Esto es porque entre hijos, la madre puede regresar al mercado laboral evitando una interrupción demasiado larga.
En suma, aunque existe una penalidad laboral por la maternidad, esta es posible atenuarla si la mujer puede tomar de manera más estratégica sus decisiones de fecundidad. Los resultados también evidencian que es indispensable generar políticas de familia más coherentes con la realidad laboral de las mujeres colombianas, incluidas las políticas de atención a la primera infancia, las políticas laborales amigables con la familia y las que balanceen las labores del hogar entre hombres y mujeres de forma más armoniosa.
Raquel Bernal
Directora del Cede, Facultad de Economía, Universidad de los Andes.