Para su entronización, sostuve (‘El papa Francisco’, 31/Mar) que el papado de Francisco enfrentaba deudas/brechas acumuladas por siglos con: 1) la modernidad, 2) la mujer y 3) los pobres. Señalaba que en materia de la brecha con la mujer no era de esperar ningún avance, lo cual se vio confirmado con el argumento, “está prohibido porque está prohibido” (no muy acorde con la racionalidad de la modernidad), sobre la ordenación de la mujer (refiriéndose a documentos de Juan Pablo II y de la Congregación de la Doctrina de la Fe: CDF) y silenciando toda discusión racional del tema (ver los libros de J. Wijngaards); y que acerca de las brechas 1) y 3), las cosas se verían en la práctica.
Pues bien, a estos respectos le llegó la hora: ¿cuánto de su actitud dialogal tiene el contenido substantivo del aggiornamiento iniciado por Juan XXIII y asumido por el Concilio, y cuánto se trata, como repetidamente sucedió con Juan Pablo PII, de efectismo mediático?
Este aggiornamiento sufrió severas regresiones con Juan Pablo II y Benedicto XVI: la doctrina de Humanae Vitae (HV: instigada, en contra de la Comisión Pontificia de expertos convocados por Juan XXIII, por Wojtyla); la persecución sistemática adelantada por ambos (Ratzinger desde la CDF de cualquier llamado a efectivizar ese aggiornamiento (incluyendo la alianza de Juan Pablo II con la CIA, y su complicidad con los horrendos crímenes de esta en Nicaragua), y el manejo vergonzoso del escándalo de la pedofilia, expresión de una cultura/institucionalidad protectora de criminales, con una complicidad tal que resulta difícil decidir en cuál de los dos casos fue más escandalosa.
Le llegó la hora con la brecha con los pobres en Ginebra, sede del World Council of Churches –entre cuyos presidentes se cuenta una colombiana ordenada–, del cual se ha marginado arrogantemente la autoridad eclesiástica, viéndose confrontada, por un panel de las NU, con la extensión de la pedofilia, la cual manifiesta no menos una brecha frente a la predilección de Jesús por los débiles que con la transparencia y la accountabillity de la modernidad global (brecha 1). Nuevamente, la institucionalidad secular (NU) sale a la defensa de víctimas de crímenes, criminales encubiertos, protegidos por una institucionalidad eclesiástica para la cual el prestigio y el poder han sido más importantes que sus derechos.
¿Hasta dónde logrará Francisco revertir estos horrores (como la complicidad de Juan Pablo II con Maciel y la cortina de encubrimiento -silenciamiento so pena de excomunión- montada por Ratzinger en la CDF: piénsese en su respuesta a la repetida súplica del Obispo de Milwaukee de retirar al sacerdote Murphy, violador de 20 docenas de indefensos sorditos a su cuidado: “el problema es que usted no es dócil), y efectivamente, empezar a preocuparse más por las víctimas que por ese prestigio y control (en lo que es un problema de poder e íntimamente relacionado con la disciplina del celibato)?
También le llegó con Jerusalén (que visitará en mayo), pues entre los pobres (la misma brecha 3) hay unos oprimidos, los palestinos, que han recibido el apoyo del World Council of Churches frente a la invasión, expropiación y marginalización impuesta por Israel en una situación que combina limpieza étnica y Apartheid (‘las otras negociaciones de paz’, 27 de agosto).
¿Continuará Francisco el prudente silencio de sus predecesores sobre la tragedia palestina, en la tradición de Pio XII, cuyo prudente silencio sobre la persecución nazi de los judíos contrastó con la denuncia que llevó a Bonhoeffer al martirio en manos de Hitler, o se unirá a esta otra tradición de dar voz a los oprimidos?
Concluyendo con Humanae Vitae, ¿exageraba el eminente cardenal Suenens cuando le suplicaba a la mencionada comisión pontificia no permitir otro affaire galileo en la historia de la Iglesia, colocando a Humanae Vitae al nivel de ese escandaloso caso de anticientífico fundamentalismo que ejemplificó (junto el de Darwin) el antimodernismo de la Iglesia por siglos? No. Humanae Vitae es prototípica de la resistencia eclesiástica a la racionalidad científica, eje de la modernidad, como lo reflejó otro eminente teólogo (Blonergan) comentando que Pablo VI no entendía estadística y manejaba una biología atrasada dos siglos. Una referencia a la herencia misógina de una tradición tanto judía como eclesiástica de aproximación a los problemas desde una perspectiva exclusivamente masculina, según la cual la biología de la reproducción es un proceso mecánico, en vez de requerir una aproximación estadística, acorde con su carácter aleatorio.
La encuesta circulada con vistas al Sínodo sobre la familia es otro de los signos prometedores que emite el nuevo papado de una apertura necesaria. Esperemos que ese signo sobrepase también el efectismo mediático.
Ricardo Chica
Director Centro de Estudios Asiáticos, UAM.