Por primera vez en una década, se espera que América Latina tenga unos años de menor crecimiento económico. La desaceleración de China y la salida de capitales extranjeros amenazan con restar varios puntos del crecimiento en casi todos los países, aunque con diferencias notables: Brasil, el más perjudicado, y México, un poco menos
Por ese motivo, los gobiernos han vuelto han incluir en sus agendas dos temas que serán claves para el futuro económico: competitividad e industrialización. Acabado el superciclo de las materias primas, el crecimiento de los próximos años solo se puede dar al añadir valor a la producción local a través de un cambio productivo que pase de exportar materiales a exportar productos procesados (por ejemplo, de soja, en lugar de granos, textiles en vez de algodón, o acero, en lugar de mineral de hierro).
No obstante, para dar ese paso, o incluso exportar productos muchos más sofisticados (automóviles, electrodomésticos, entre otros), hace falta crear industria competitivas. ¿Y qué es la competitividad? Producir más a menor precio que los competidores, con la misma calidad. Para ello se puede recurrir a sueldos bajos, o apostar por una fuerza laboral que genere más en el mismo tiempo, lo que implica mayor formación en todos los niveles. Adicionalmente, se requiere que exportar las mercancías sea rápido y barato, y para esto deben existir carreteras, puertos y aeropuertos que no colapsen y sean competitivos. Actualmente, es más caro exportar desde Brasil u otros países de América Latina a Estados Unidos que desde China.
Latinoamérica ha experimentado en los últimos 15 años, en casi todos los niveles –económicos, políticos, sociales– consiguiendo cotas de bienestar desconocidas en décadas. Sin embargo, y a pesar de las importantes construcciones y mejoras, la infraestructura ha estado por detrás de este progreso. La renta per cápita de los países, en comparación con sus pares de otros continentes ha crecido más que la calidad y cantidad de infraestructura. O, en otras palabras, la falta de estas ha sido un cuello de botella que ha limitado la competitividad local y el crecimiento económico. El último Global Competitiveness Report, del World Economic Forum lo deja claro. La infraestructura es uno de los obstáculos al desarrollo de la región. De los 140 países analizados, solo tres de América Latina se encuentran entre los 70 primeros (en la parte media alta) en el subranking de calidad de esta. Estos son: Ecuador, en el puesto 45, Chile, en el 48, y México, en el 65. Lo últimos lugares son para Paraguay ( 131), Vénguela, 130; Brasil, 123, y Argentina, 122. No hay duda de que la relación entre infraestructura y renta per cápita es casi directa, y más aún entre previsiones de crecimiento para los próximos años.
De nada sirve si una economía devalúa su moneda (como Brasil este año) si tiene una baja industrialización y una pésima infraestructura, que no le permiten exportan competitivamente. En el caso de México, con mejor infraestructura, logra capitalizar la caída de su peso con mayores exportaciones, equilibrando su crecimiento económico.
Colombia, con el puesto 100, y Perú, con el 112 se encuentran en la parte media del ranking de infraestructura global.
Aunque sus posiciones estén en esa media, queda claro que hay mucho por mejorar en este campo, pero también bastante potencial para generar competitividad y bienestar.
En tiempo de menor crecimiento, menos flujo de capitales, los gobiernos suelen tener que tomar decisiones. Ya no hay dinero para todo como en los años dorados. Desafortunadamente, muchos optan por cortar inversiones en infraestructura, puesto que, en apariencia, tiene un menor costo político y social que hacerlo en otros gastos. Nada más lejos que la realidad, pues simplemente se retrasa, pero con el tiempo aumentará.
Un dólar que se deja de invertir en infraestructura son cientos de dólares de Producto Interno Bruto que no se generan en las próximas décadas. Especialmente en América Latina, donde, a pesar de las mejoras en los últimos años, la infraestructura es un elemento que apunta hacia la baja la competitividad regional. Gobiernos con visión deberían impulsar las obras, por ejemplo a través de las APP (Asociaciones Público Privadas), ya que si se ofrece un proyecto que tenga sentido económico, habrá capital disponible en el mundo para acometerlo.
Juan Antonio Cuartero
Director de Structuralia.