Colombia ha sido un país desigual e inequitativo no solo en términos de ingresos, sino también en relación con el acceso a tierras, al logro educativo, a la salud, al empleo formal, a la seguridad social. Una enorme desigualdad es la que hay entre el campo y la ciudad, pero también entre las diferentes regiones del país. De frente al futuro existe una desigualdad aún más preocupante, que tiene que ver con la distribución de las oportunidades que tienen los niños para desarrollarse, ya que las probabilidades de éxito en la vida adulta están determinadas por la desigualdad de oportunidades en la primera infancia. El problema no es únicamente de igualdad, sino de equidad. El terreno de juego está desnivelado desde un principio.
A diferencia de la desigualdad de ingresos, frente a la que siempre hay un gran debate sobre cómo superarla, la promoción de la igualdad de oportunidades –principalmente de los niños–, por el contrario, es un tema que genera consenso desde el punto de vista político, económico y social.
El Índice de Oportunidades Humanas es un indicador que mide la igualdad de oportunidades de las que goza un grupo poblacional determinado. En el caso de los niños, calcula el acceso a unas oportunidades fundamentales como disponibilidad de agua potable y saneamiento básico (alcantarillado y manejo de excretas), que inciden directamente sobre su salud; electricidad (que incide en su desempeño escolar), y educación, que va a determinar su empleabilidad y acceso al conocimiento y a la información y, por ende, el nivel de ingresos y tipo de ocupación al que puede aspirar. También toma en cuenta las circunstancias exógenas que facilitan o dificultan el posible acceso de los niños a estas oportunidades como son el género, la etnia, su lugar de residencia o el ingreso de sus padres. El cálculo de este índice tiene enormes repercusiones sobre la adopción de políticas públicas, al permitir establecer con precisión la vulnerabilidad y marginalidad de determinados grupos de personas dentro de la población, ya que ni el lugar en el que se nace ni la familia a la que se pertenece son opciones para un niño; son condiciones exógenamente dadas que determinan su futuro.
Entre el 2009 y el 2010, gracias a un esfuerzo conjunto entre Cerrejón y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), se realizó, para la zona de influencia de la mina, la Encuesta de Calidad de Vida (ECV), que con alguna regularidad se lleva a cabo en el resto del país de acuerdo con metodologías utilizadas internacionalmente por los institutos nacionales de estadística. Con base en la ECV, se elaboró un Índice de Oportunidades Humanas (IOH) para los niños de la zona de influencia.
Las oportunidades básicas tomadas en cuenta son: terminar sexto grado a los 12 años de edad; asistencia escolar, que mide la proporción de niños en edad escolar (7-12) que asisten a la escuela en el grado que les corresponde de acuerdo a su edad; salud, que implica que se atienden las necesidades básicas en salud de los niños entre cero y cinco años; agua, como acceso continuo a agua potable para el consumo doméstico en la cantidad requerida por el número de personas que constituyen el hogar; saneamiento, definido como tener un sistema adecuado e higiénico para manejar excretas, aguas negras y grises, así como las basuras; electricidad, medida como poder contar con este servicio en la vivienda 24 horas del día, siete días a la semana.
Son oportunidades que debieran estar disponibles y garantizadas a toda la población sin depender de circunstancias ajenas a los niños mismos, como son su familia, la ubicación de su vivienda, su etnia, su género. Visto alternativamente, es evitar formar parte de los grupos en desventaja, marginados o excluidos, es decir, los grupos eufemísticamente llamados vulnerables.
Con base en los resultados de la encuesta y en las tasas anuales de crecimiento promedio observadas en Colombia, que son superiores a las de la zona de influencia de Cerrejón, se estimó el tiempo necesario para lograr el cubrimiento universal de los indicadores que componen este índice.
Los individuos que se autoreconocieron como wayuu, tienen una disminución del 28 por ciento en la probabilidad de completar sexto grado a tiempo, del 44 por ciento en la de tener agua potable, del 50 por ciento en la de saneamiento y del 37,6 por ciento en la de tener electricidad. Cuando se analiza el sitio de residencia de los niños, las probabilidades de acceder a todas las oportunidades básicas disminuyen significativamente si estos viven en la zona rural.
Los resultados sugieren unos desafíos enormes. Se van a necesitar muchos –demasiados– años para lograr la cobertura universal. Al ritmo que vamos, se necesitarán 72 años para lograr la universalización de la oportunidad de terminar el sexto grado a tiempo. Las oportunidades de asistencia escolar podrían ser resueltas en los próximos 12 años, que es la que parece más plausible de alcanzar. En cuanto al agua y saneamiento, se requerirán más de 60 años para lograr su universalización y con respecto a la electricidad, 55 años. Para la salud son 36 años.
Los resultados presentados muestran el esfuerzo que hay que realizar para lograr superar la pobreza existente. La dinámica del desarrollo sostenible no puede dejarse a la inercia ni al azar. Es urgente y necesario que las comunidades mismas exijan resultados a las instituciones del Estado, por una parte, y por otra, que les brinden el apoyo requerido para que, a corto plazo, se logren metas alcanzables que cambien drásticamente las oportunidades de las futuras generaciones. No se puede ser indolente frente al futuro, depende de todos y de lo que se construya conjuntamente.
Mauricio Ferro
Ph. D. - Profesor visitante.
Facultad de Administración, U. de los Andes.