Aquel arte de leer entre líneas se ha vuelto casi una especialidad para quienes examinan con lupa los comunicados que emite el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos. Aunque la entidad siempre usa un lenguaje críptico, ahora la atención es mayor por cuenta de la posibilidad de que venga un reajuste en la tasa de interés que cobra, cuyos efectos se sentirían en todas partes.
Y esa probabilidad es más alta ahora. Así se desprende del análisis del pronunciamiento hecho ayer en Washington, el cual parece señalar que los cambios son próximos, aunque no inminentes.
Para buena parte de los observadores, el ajuste podría comenzar en septiembre y sería de orden leve. La razón principal es la relativa fortaleza de la economía estadounidense, la cual va bien, pero sin desbocarse.
Lo más destacable es la solidez en el ritmo de creación de empleo, que antes se describía como en proceso de recuperación.
Igualmente, hay una calificación mucho más optimista sobre el mercado inmobiliario y una apreciación favorable sobre la velocidad del crecimiento económico.
Todos esos elementos se combinan para justificar una vuelta de tuerca no demasiado fuerte. Para los observadores, esta podría aplazarse hasta diciembre, en caso de que sorpresivamente aparezcan señales de debilidad, especialmente en el campo laboral.
Aunque a primera vista los cálculos mencionados solo les debían preocupar a los norteamericanos, es indudable que no es así. Justo cuando el nerviosismo en torno a las naciones emergentes sube, también aumenta el atractivo para los inversionistas de transferir sus recursos a refugios más seguros.
Y esa opción seguirá afectando las tasas de cambio. Porque tarde o temprano, la Reserva Federal hará su jugada.
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto