No cayó bien entre los analistas la revisión que dieron a conocer ayer las autoridades estadounidenses con respecto al crecimiento de la economía norteamericana en el tercer trimestre del 2010. Y es que la esperanza era que el dato inicial de 2,5 por ciento fuera reajustado a cercanías del 3 por ciento en la medida en que fueran afinadas las estadísticas.
Sin embargo, dicha alza fue apenas de 2,6 por ciento, con lo cual salen a la luz nuevas debilidades en una nación que sigue sin encontrar el rumbo extraviado. Ahora, a pesar de que al cierre del año el acumulado será positivo, el desempeño es francamente mediocre y no alcanza a borrar el terreno perdido en el 2009.
Debido a ello, el desempleo sigue estando en cercanías del 10 por ciento, mientras que el ánimo de los consumidores no es el mejor. Es cierto que la temporada navideña ha venido acompañada de algunas luces, pero todavía es muy temprano para decir que lo peor quedó atrás.
En particular, el tema más inquietante es la profunda depresión que experimenta el mercado de la vivienda. A pesar de los cálculos que hablaban de un repunte en los precios, los valores de casas y apartamentos se han seguido reduciendo, lo cual tiene dos efectos perversos: de un lado hace sentir más pobres a quienes poseen este tipo de activos y, del otro, prolonga la recesión en la industria de la construcción.
Por ejemplo, a pesar de que en noviembre las ventas de finca raíz crecieron 5,6 por ciento, el nivel equivalente de 4,7 millones de unidades es inferior en 28 por ciento al de igual periodo del año pasado. Como si lo anterior fuera poco, una proporción muy alta de personas tiene todavía dificultades a la hora de pagar su hipoteca, lo cual se combina con reajustes en las tasas de interés que hacen que esta época navideña siga acompañada de grandes nubarrones.