Desde hace un buen tiempo el Gobierno viene señalando que la disminución en los índices de desempleo –tanto a nivel nacional como en las 13 áreas metropolitanas más grandes– ha estado acompañado por un descenso en las tasas de informalidad laboral. Un reporte entregado por el Dane ayer confirma esa afirmación, en el caso de las zonas urbanas más significativas.
Según la entidad, en el trimestre que va de abril a junio, un 49,3 por ciento de las personas ocupadas en las 23 capitales de mayor tamaño se encontraba en dicha condición, tomando como criterio básico el tamaño del establecimiento. El nivel no solo es el más bajo de los pasados seis años, sino que dista del 53,7 por ciento observado en el 2009.
Por su parte, si la definición se apoya en la población que cotiza a la seguridad social, la proporción fue del 91,1 por ciento en el caso de la salud y del 46 por ciento en el de las pensiones. En ambas categorías, además, las cifras muestran mayor cobertura que hace un año.
Incluso si se quiere mirar el número de personas con acceso a la salud en el periodo mencionado, el incremento fue del 4,8 por ciento, mientras que los cotizantes a las administradoras de fondos de pensiones subieron en 7,8 por ciento. La mejora en el ritmo de los segundos con respecto a los primeros, lleva a los expertos a concluir que hay una clara tendencia en favor de la formalización laboral.
Ante esa radiografía, siempre se puede mirar el vaso medio vacío o medio lleno. Los pesimistas dirán, con razón, que la informalidad sigue siendo muy elevada, bajo cualquier parámetro. En cambio, los optimistas argüirán que la evolución es positiva, y que, sin desconocer lo que falta, hay razones para concluir que vamos por el camino correcto.
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