Ninguna crisis dura para siempre. Así acaban de confirmarlo un par de economías europeas que ahora se ubican a la vanguardia del crecimiento, después de haber sido fuente de problemas hace unos pocos años.
El primer caso es el de España, que este jueves reportó que el Producto Interno Bruto había tenido una expansión del 1 por ciento en el segundo trimestre del 2015, en comparación con el nivel alcanzado entre enero y marzo. Aun si en este semestre el ritmo decae, ahora los analistas ven muy factible que se supere el 3 por ciento en todo el año.
Aunque no es espectacular, dicho paso deja en claro que la recesión quedó atrás. El gobierno de Mariano Rajoy sostiene que se deberían agregar unos 600.000 puestos de trabajo, y que no está lejos el día en el que se alcancen los 20 millones de empleados, que era el número conseguido antes de que estallara la debacle de hace más de un lustro.
Por su parte, Irlanda ha vuelto a ser el país de mostrar en el Viejo Continente. Según lo reportó Dublín, el incremento en el PIB llegó al 6,5 por ciento anual, a comienzos del 2015. Tanto las exportaciones como el consumo privado se han combinado para que el sano crecimiento registrado sea el más alto de la Unión Europea.
Aquí también la desocupación va en descenso y se ubica por debajo del 10 por ciento. Para los analistas, aparte de un rígido programa de austeridad y reformas, los irlandeses se han beneficiado de la baja en los precios de las materias primas, especialmente del petróleo.
Sea cualquiera la explicación, lo cierto es que ambos ejemplos –al que se le suma el de Portugal– le han servido a Bruselas para decir que sus remedios no necesariamente matan al paciente. Y que gracias a lo hecho, hay quienes ya ven la luz al final del túnel.
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