No es usual que la bolsa de Nueva York paralice sus operaciones durante dos jornadas consecutivas, así llueva, truene o relampaguee. Pero en esta ocasión se trata de un evento extraordinario: el huracán Sandy, que ayer afectó la cotidianidad de decenas de millones de personas que habitan en la populosa costa nororiental de Estados Unidos.
Si bien habrá que esperar varios días antes de evaluar los efectos de una tormenta que llegó acompañada de fuertes vientos y grandes precipitaciones de agua, desde ya es claro que los daños serán cuantiosos, no solo en las zonas costeras, sino tierra adentro.
Y es que los árboles caídos y las inundaciones por doquier dejaron sin electricidad a casi un millón de hogares, y sin casa a un buen número de ciudadanos.
Por cuenta de esa situación, lo más prudente era suspender las actividades en el que sigue siendo el centro financiero del planeta.
En el área de Wall Street había anoche una gran cantidad de sacos de arena y poca gente, ante la posibilidad de mareas altas y otros peligros.
No es la primera vez que algo así ocurre, pero la verdad es que hay que remontarse mucho en la historia para identificar un evento similar causado por el clima.
Así pasó en marzo de 1888, cuando una gran tormenta de nieve paralizó la ciudad durante dos días consecutivos. Y más recientemente, en febrero de 1978, el mercado de valores cerró sus puertas por día y medio.
Por tal razón, solo hasta mañana volverá a sonar la campana en la bolsa neoyorquina. Es en ese momento cuando se sabrá si la fuerza de la naturaleza acaba impactando los precios de las acciones, tanto, como ya lo hizo en la cotidianidad de millones de ciudadanos.