Para nadie que siga de cerca la marcha de los asuntos en Ecuador debería ser una sorpresa la medida tomada por el país vecino, relativa a una salvaguardia multilateral por motivos de balanza de pagos. La medida, que sube los aranceles a diversos productos entre 5 y 45 puntos porcentuales, era esperada por los observadores.
El motivo es que la economía ecuatoriana es una de las más afectadas en América Latina por el descenso en los precios del petróleo en los mercados internacionales. Y no se trata solo del impacto fiscal o sobre la cifra de las exportaciones que tienen las ventas del crudo. El segmento es la principal fuente de divisas, algo fundamental en un sistema dolarizado.
Puesto de otra manera, como Quito no tiene la posibilidad de acudir a la devaluación de la moneda local –porque esta no existe–, la única posibilidad de evitar una crisis de liquidez es generar excedentes en sus relaciones con el exterior. Puesto de otra forma, una mínima condición es que lo que le venda al mundo sea mayor de lo que le compra.
Hace un par de meses, el Gobierno de Rafael Correa dirigió sus baterías en contra de Colombia y Perú, por razones cambiarías. Ambas naciones disputaron los argumentos dados y lograron que la Comunidad Andina les diera la razón.
Sin embargo, era claro que Ecuador no se cruzaría de brazos y haría uso de un instrumento que puede utilizar. Ahora, los exportadores colombianos quedaron en mejor condición que la mayoría, pues tienen preferencias que operan a su favor. Podemos salir golpeados, pero menos que los demás.
Ricardo Ávila Pinto
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