Aquel dicho que reza que ‘toda situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar’ volvió a ser refrendada anoche, después de conocerse el reporte sobre el aumento en el Índice de Precios al Consumidor en septiembre. Tal como lo señaló en Dane, el crecimiento de la canasta familiar en el mes ascendió al 0,72 por ciento, cinco veces más que en igual periodo del 2014.
Por cuenta de lo sucedido, la inflación en lo que va del año llegó a 4,76 por ciento, y la de los últimos 12 meses ascendió al 5,35 por ciento. Ambos guarismos superan holgadamente el límite superior del rango establecido como meta por el Banco de la República, que está entre el 2 y el 4 por ciento anual.
La culpa otra vez recayó en los alimentos. Aunque no fue el grupo que más subió, el salto llegó al 1,29 por ciento, que es considerable. Dado su peso en el consumo de las familias, la mitad del avance en la carestía corresponde al capítulo de la comida. Productos como las frutas y las hortalizas se encarecieron, lo cual se puede explicar como una consecuencia directa de la sequía que golpea al país, debido al fenómeno del Niño.
No obstante, los líos vienen de atrás. De hecho, en lo que va del año, la cuesta de los alimentos supera el 7 por ciento. En tiempos más recientes, los bienes importados tienen una cuota importante de responsabilidad, pero su velocidad no supera aún el 6 por ciento anual.
Más allá de tales explicaciones, no hay duda de que lo que ya era un dolor de cabeza, empieza a adquirir características de jaqueca. A pesar de la debilidad de la economía, las autoridades tienen pocas opciones fuera de aumentar la tasa de interés del Emisor, con el fin de controlar las expectativas. Ante lo sucedido, el mensaje de que hay manos firmes en la rienda se impone, y el apretón debería llegar más temprano que tarde.
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