Entre las noticias que pasaron inadvertidas para la opinión, por cuenta de la temporada de final del año, hay una que vale la pena destacar. Se trata de la nueva caída de la tasa de desempleo, que en noviembre del 2014 llegó al 7,7 por ciento a nivel nacional.
Dicho guarismo no solo es el más bajo desde cuando se comenzaron a llevar estadísticas mensuales para medir la desocupación a comienzos del siglo, sino que probablemente sea el nivel mínimo que logra la economía colombiana en un buen tiempo. La razón es que si los pronósticos relativos a la salud del sector productivo se confirman, en los meses que vienen no será fácil conseguir parámetros similares.
Y es que todo apunta a una desaceleración que puede impactar la marcha de renglones intensivos en mano de obra, como es el caso del comercio. Aun si las previsiones sobre un aumento cercano al 4 por ciento en el Producto Interno Bruto se confirman, los analistas consideran que el ritmo de creación de nuevas plazas apunta a cero.
Pase lo que pase, la estacionalidad propia de las contrataciones acabará volviendo. Tradicionalmente, octubre es el mes en el que se registra la desocupación más baja en Colombia y si bien en este caso las reducciones se prolongaron por un mes más, no hay duda de que la curva cambiará de sentido en los reportes que se acercan.
Aun así, el reto para las autoridades es el de no perder el terreno ganado. No hay duda de que el empuje del consumo interno depende de que haya cada vez más personas con una fuente de sostenimiento permanente. Y aunque la informalidad es un gran desafío, no se puede olvidar que la población ocupada superó los 22 millones de seres. Los mismos que aseguran que la demanda interna será el motor que mueve a la economía.
Ricardo Ávila Pinto
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