En los últimos días México ha estado en los titulares de la prensa mundial, por cuenta del exitoso intento de escape que protagonizó el narcotraficante Joaquín ‘Chapo’ Guzmán de una prisión de alta seguridad. El penoso episodio ha golpeado la imagen de un país que trata de proyectarse como comprometido con la modernidad.
Menos destacado -pero también de mucha trascendencia- fue otro descalabro. Y es que a mediados de esta semana tuvo lugar la primera adjudicación de zonas, tras la convocatoria dirigida a la participación de la empresa privada en el sector petrolero, una vez completadas las reformas que acabaron con el monopolio que tenía Pemex.
En contra de las expectativas oficiales, tan solo dos bloques de 14 ofrecidos recibieron ofertas, un número inferior al que el Gobierno consideraba como la barrera mínima del éxito. Es verdad que otras propuestas llegaron, pero no lograron sobrepasar la línea de corte fijada.
Que la vara se ubicó en un punto demasiado alto es una de las explicaciones que dan los expertos. Otros dicen que las condiciones -tanto en términos de rentabilidad como de exigencias en materia ambiental y responsabilidad con terceros- elevaron los riesgos para los inversionistas.
Todo esto ocurre, además, en medio de una coyuntura difícil para el ramo de los hidrocarburos. Después de meses de repuntar, el precio del crudo ha vuelto a descender lo cual disminuye el apetito por el riesgo exploratorio. El mensaje es que si las mejores épocas están por llegar, todavía se demoran.
Tal mensaje debería escucharse en Colombia que ha dejado de ser la niña bonita del barrio en esta materia. Que a México le haya ido mal quiere decir que a nosotros nos puede ir peor, a la hora de atraer nuevas inversiones.
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@ravilapinto
