Tal vez el único frente de la economía en donde se han sucedido las buenas noticias este año, es el del empleo. Así lo volvió a confirmar este lunes el Dane, después de que reportó que la tasa de desocupación en julio cayó a 8,8 por ciento a nivel nacional, y a 9 por ciento, en el caso de las 13 áreas metropolitanas de mayor tamaño.
Sin duda alguna, el dato es positivo, a la luz de los vientos de desaceleración que golpean al país. En comparación con lo que sucede en el resto de América Latina, en donde se habla más de retrocesos que de avances en este frente, otra vez se consiguió un mínimo histórico, desde cuando se llevan cifras mensuales del mercado laboral.
Las actividades que explicaron la mejoría en la presente oportunidad fueron las inmobiliarias, el comercio y la construcción. En contraste, los servicios comunales, sociales y personales -asociados, en parte, al sector público- disminuyeron la cantidad de gente contratada.
Por otro lado, los especialistas no pasaron por alto que el subempleo subjetivo registró un importante salto, de casi el 13 por ciento en el ámbito nacional. Visto lo sucedido desde ese ángulo, parecería que las vacantes creadas y llenadas no fueron las de mejor calidad.
Tal impresión se confirma por las categorías de mejor desempeño. Por ejemplo, los empleados domésticos aumentaron 8,5 por ciento. La otra cara de la moneda fueron los vinculados al gobierno, que se redujeron en 4 por ciento.
Aun así, el parte es alentador. En la medida en que la cantidad de personas ocupadas aumente, el consumo interno debería evolucionar hacia adelante. Y eso es algo irreemplazable, cuando se tiene en cuenta que la demanda local es la única que tiene la posibilidad de que el balance económico del 2015 sea más bueno que malo.
Ricardo Ávila Pinto
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