No demoraron en aparecer los ceños fruncidos después de que el Dane reportó el lunes que la inflación en Colombia sigue por el carril de alta velocidad, al superar el 5,3 por ciento anual. Ya la discusión no es si vamos a estar cerca del rango fijado como meta por el Banco de la República, sino por cuánto lo vamos a superar y qué va a hacer la junta directiva de la entidad para evitar que la conocida espiral alcista se presente.
Mientras se resuelve la incógnita, es evidente que las autoridades deben luchar contra un enemigo que no tiene nada de infantil. Se trata del fenómeno del Niño, el mismo que empezó a insinuarse el año pasado y cuya responsabilidad en impulsar el costo de la comida es innegable.
La razón es que la sequía afecta sobre todo a los cultivos perecederos. Sin ir más lejos, en la medición de septiembre, el capítulo de alimentos se vio afectado por las dificultades en la oferta de frutas y hortalizas, los renglones que más subieron.
Más inquietante aún es lo que viene. El Ideam acaba de determinar que la categoría de esta criatura, que tiene su origen en la zona de confluencia intertropical, en el Océano Pacífico, pasó de moderada a fuerte. En otras palabras, la reducción en el régimen de lluvias oscilará entre 40 y 70 por ciento, golpeando los rendimientos de las cosechas y el nivel de las fuentes de agua.
Aunque las altas temperaturas ya agobian a los pobladores de varios departamentos, las lecturas del termómetro deberían subir más, sobre todo para la temporada decembrina. Eso complicará las cosas desde aquí hasta marzo, época en la que debería comenzar cierta normalización y el Niño dejaría de hacer pilatunas. Mientras ese día llega, las presiones inflacionarias no disminuirán.
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