En medio de las imágenes de vehículos incendiados que acompañan el cubrimiento del paro minero, que comenzó a mediados de esta semana, hay otros eventos relacionados, de no menos trascendencia. El más importante es la eventual declaratoria de una huelga en Drummond, de acuerdo a lo que desprende de lo dicho por el sindicato Sintraenergética, según el cual el cese de actividades tiene respaldo de los trabajadores de la firma de capital foráneo.
De confirmarse la noticia, no solo cerca de 10.000 personas suspenderían sus labores, sobre todo en los departamentos de Cesar y Magdalena, sino que miles de empleos indirectos se verían en peligro. Además, la economía se vería afectada, pues la multinacional es la segunda productora más grande de carbón del país, con ventas cercanas a los 26 millones de toneladas anuales, que equivalen al 30 por ciento del total.
Quien tenga dudas sobre el impacto de parar las máquinas solo tiene que remitirse a lo sucedido hace apenas cinco meses, cuando el Cerrejón experimentó una situación similar. La costosa parálisis no solo se sintió en los números de la compañía, sino en la medición del Producto Interno Bruto en el primer trimestre, cuando la minería dejó de ocupar la posición de sector líder.
Así las cosas, aparece un nuevo nubarrón en el horizonte de la economía. Es verdad que hasta que no llegue la hora cero, todavía es técnicamente posible conseguir un arreglo. Sin embargo, la dureza en las posiciones de una y otra parte hace ver difícil la labor de mediación del Ministerio del Trabajo. Puesto de otra forma, es difícil conciliar mayores aspiraciones salariales con un mercado internacional de carbón con precios a la baja, lo que hace pensar en la inminencia de un paro que tendrá serias consecuencias.
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