Es usual que cuando algún evento trascendental ocurre en un país, los mercados financieros locales reflejen el impacto de la noticia sobre el ánimo de los inversionistas. Para citar un ejemplo, los resultados de una elección pueden alterar las cotizaciones de las acciones, los títulos de deuda o las monedas.
En tal sentido, algunos esperaban que tras el pronunciamiento de la administración Santos, según la cual las conversaciones que se adelantan con las Farc en La Habana quedan suspendidas hasta nuevo aviso, como respuesta al secuestró en el Chocó del general Rubén Darío Alzate, se presentaría alguna reacción. Sin embargo, nada pasó.
Puesto de otra manera, la jornada de ayer fue considerada normal por los analistas. Es verdad que el precio del dólar bajó ligeramente –en algo menos de dos pesos–, pero la devaluación en lo que va del año todavía es cercana al 12 por ciento y tiene como fundamento el desfase en nuestras cuentas externas.
Por su parte, el índice Colcap de la Bolsa de Valores de Colombia experimentó una caída del 0,67 por ciento. No obstante, esta fue atribuida a razones distintas a las relacionadas con la política o la seguridad, pues el declive en las cotizaciones viene desde hace semanas.
¿A qué se debe esa dicotomía? Para quienes saben del asunto, si bien hay conciencia con respecto a que un eventual acuerdo de paz es positivo para la economía colombiana, la línea de meta todavía se ve lejana. En consecuencia, los mercados no han incorporado en sus cuentas el posible fin del conflicto, ni mucho menos los tropiezos hacia este.
En consecuencia, los movimientos que se vean en materia cambiaria o bursátil no responden –al menos todavía– a lo que pase en Cuba. Para que ello suceda, más de uno exige hechos concretos, no escenarios probables.
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