Es sabido que las comparaciones son odiosas, pero que en ocasiones es necesario hacerlas.
Así ocurre con la economía colombiana, cuando se le mira junto a la brasileña.
Si bien ambos países tienen grandes diferencias en tamaño y población, tradicionalmente los analistas han visto similitudes que no han pasado desapercibidas.
Dentro de los parecidos se encuentra un sector productivo diversificado, pero en el cual los bienes primarios tienen un papel fundamental. Otros conocedores hablan de la distribución espacial de la ciudadanía o del inmenso potencial que existe en el auge de la clase media.
No obstante, en lo que va del año los contrastes se destacan más. Para comenzar, está el crecimiento proyectado para el 2012. Mientras Colombia mantiene su apuesta sobre un alza superior al 4 por ciento en su PIB, en el caso de Brasil, el frenazo ha sido tan notorio, que ya hay quienes dudan que supere el 2 por ciento.
Como si lo anterior fuera poco, también en el frente inflacionario hay disparidades.
Tal como lo reportó el Dane, el Índice de Precios al Consumidor en el país tiende a bajar, ubicándose en cercanías del 3 por ciento anual. En cambio, en el gigante suramericano se ha acelerado y supera el 5 por ciento, lo cual se ha convertido en todo un dolor de cabeza para sus autoridades.
Debido a esas circunstancias, los inversionistas parecen haber tomado nota.
El problema es que la discriminación entre un destino y otro también influye para que el balance sea distinto en lo que hace a la apreciación de la moneda.
En otras palabras, mientras el real ha perdido terreno frente al dólar, el peso no, lo que es una mala noticia para los productores nacionales, a quienes les gustaría no sentir tanto el peso de la competencia externa.