Tenía que pasar tarde o temprano, dirían los pesimistas. En una economía que se viene desacelerando, como es el caso de la colombiana, era de esperarse que el desempleo comenzara a aumentar, tal como sucedió en abril, cuando se registró un incremento de medio punto porcentual con respecto a igual periodo del año pasado.
Según lo reportó el Dane el viernes, el índice de desocupación llegó al 9,5 por ciento a nivel nacional y al 10,5 por ciento en las 13 áreas metropolitanas más grandes. Tales cifras representan un notorio cambio de tendencia frente a lo que venía sucediendo en el pasado reciente, cuando la seguidilla de descensos mensuales parecía no tener fin.
Sin embargo, una mirada más detallada a los datos muestra que hay un panorama más complejo de lo que se ve a primera vista. Para comenzar, hubo un notorio salto –de casi dos puntos porcentuales– en la tasa global de participación, lo cual quiere decir que una cantidad inesperada de personas entraron al mercado laboral. En números absolutos, 944.000 individuos salieron a buscar un puesto.
Ante esa mayor oferta, hubo una buena reacción, pero no de la misma magnitud. Los ocupados crecieron en 728.000, lo que equivale a un alza del 3,4 por ciento. Parafraseando la conocida canción, no hubo plazas para tanta gente. Por cuenta de lo sucedido, aumentaron al mismo tiempo las cifras de empleados y desempleados.
Entre los sectores que generaron vacantes hay que destacar a la industria manufacturera, el agro y la construcción. Los dos primeros responden presumiblemente a la nueva realidad de la tasa de cambio, lo que ha hecho más competitivos los bienes nacionales y abierto nuevas oportunidades. La tercera tiene que ver, en parte, con las ambiciosas políticas gubernamentales en áreas como el ramo edificador y la infraestructura.
La otra cara de la moneda la muestra el sector minero. El descenso en las cotizaciones de petróleo, carbón y oro ha llevado a que el segmento se haya contraído en 60.000 empleos. Otros renglones también se destacaron por su falta de dinamismo, pero nada se compara con la caída del extractivo.
Hacia adelante, la incógnita es si la economía colombiana podrá o no aumentar el total de ocupados. Si eso ocurre, la fortaleza de la demanda interna seguirá. De lo contrario, será necesario hacer sonar las alarmas.
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