Técnicamente hablando, la seguidilla de meses en rojo de la producción industrial terminó en enero cuando, según el Dane, esta registró un incremento del 0,1 por ciento. Sin embargo, el repunte es tan tímido que difícilmente hay motivos de celebración. De hecho, casi la mitad de los sectores específicos analizados por la entidad mostraron una contracción, lo cual quiere decir que la situación difícil sigue.
El caso más complejo de todos es, otra vez, el de los vehículos, con una caída cercana al 34 por ciento. Tampoco les fue bien a las actividades de edición (-22 por ciento) o a los químicos, con un bajón del 7 por ciento.
Por su parte, hay que registrar algunas alzas. Ese fue el caso de los ingenios (26 por ciento), las confecciones (17 por ciento) y la molinería (9 por ciento), cuyo desempeño despierta algunas esperanzas.
No obstante, los ceños fruncidos persisten. Especialmente inquietante es lo que pasa con el empleo manufacturero que se redujo en 1,8 por ciento, atribuible a una disminución del 4,3 por ciento en el personal que había sido contratado a término fijo.
Lo anterior, por supuesto, es apenas una primera medición. Quienes saben de estas cosas recomiendan esperar los datos de febrero, y ojalá del primer trimestre, antes de hacer sonar las alarmas. Puesto de otra manera, es posible que la reactivación anunciada llegue más temprano que tarde.
Pero aún aceptando esa posibilidad, es imposible pasar por alto que el contraste visto el año pasado continúa. Y es que otra vez el comercio volvió a comportarse vigorosamente, con una mejora del 6,5 por ciento en las ventas reales. Eso quiere decir que la demanda sigue sana, pero que la producción nacional no se beneficia.
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