El informe entregado ayer por el Dane, relativo al comportamiento de las exportaciones de Colombia en el mes de enero, tiene mucha tela para cortar. La razón es que comienzan a insinuarse cambios importantes que deberían llamar la atención de los analistas. Si bien es cierto que así como una golondrina no hace verano, un dato parcial no sirve para definir el año, vale la pena prestarle atención a ciertos movimientos.
Para comenzar, es claro que lejos de disminuir, la dependencia de las ventas del país en el capítulo de combustibles e industrias extractivas, viene en aumento. Si a comienzos del 2013 este renglón representó el 68 por ciento de lo facturado, ahora dicha proporción subió al 74 por ciento.
En contraste, el ramo de alimentos y bebidas experimentó un descenso del 1,9 por ciento, en el cual influyó el menor intercambio con Venezuela. También el café mostró una caída, pero esta podría describirse como temporal, gracias al repunte reciente en las cotizaciones del grano.
Más preocupante quizás es el desempeño de las manufacturas, que en enero tuvieron una descolgada del 15 por ciento, pues ninguno de sus principales componentes mostró un buen desempeño. El caso más complicado de todos es probablemente el de maquinaria y equipo de transporte, pues las ventas de vehículos en mercados que parecían interesantes como los de Argentina y Ecuador han sido víctimas de las restricciones impuestas por los dos países.
Como si lo anterior no fuera suficiente, el oro también anda de capa caída, ya que de exportaciones por 302 millones de dólares hace un año, pasamos a 120 millones en la presente ocasión. Semejante bajón sirve para señalar que las perspectivas se complican para la meta de vender más este año.
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