A veces la lógica de los mercados tiene algo de perversa. Así podría describirse lo ocurrido ayer cuando las bolsas en los principales mercados financieros, a ambos lados del Atlántico, experimentaron una jornada de alzas.
Por ejemplo, el índice Standard & Poor’s 500, que mide la evolución de las acciones del medio millar de compañías más grandes listadas en Nueva York, sobrepasó, por unas horas, el nivel simbólico de los 2.000 puntos, por primera vez en su historia. A su vez, el tradicional Dow Jones, que abarca un número menor de firmas en Wall Street, volvió a superar los 17.000 puntos. En Europa, el Euro Stoxx 50 saltó 2,16 por ciento.
La causa principal de semejante euforia fue un discurso dado el viernes pasado por el presidente del Banco Central del Viejo Continente, el italiano Mario Draghi. En su intervención, el funcionario señaló que en lugar de recortes presupuestales, los países del bloque comunitario deberían concentrarse más en estimular el crecimiento.
Para quienes gustan de leer entre líneas, eso quiere decir que la política de mantener bajas las tasas de interés se mantendrá, al menos desde Bruselas. Si bien la presidenta del Banco de la Reserva Federal estadounidense, Janet Yellen, no dio indicaciones en el mismo sentido, lo expresado fue suficiente para impulsar las cotizaciones.
El único lío es que el trasfondo del asunto tiene que ver con una situación de debilidad persistente, al menos en la zona euro. Y aunque en Norteamérica las cosas van mejor, tampoco dan para hacer ferias y fiestas.
Por tal razón, no hay que confundir un rebalanceo entre diferentes categorías de activos financieros, con una época de prosperidad económica. Porque al menos en Europa, los riesgos de una recaída no han terminado.
Ricardo Ávila
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