No hay duda de que la imagen más memorable de la Cumbre de las Américas, que concluyó el sábado en Panamá, será la de Raúl Castro y Barack Obama compartiendo el recinto como dos viejos conocidos. La cordialidad entre los líderes de dos naciones que han sido antagonistas por más de medio siglo volvió a demostrar que el diálogo directo es el camino apropiado para solucionar las diferencias, por profundas que sean.
Pero tras el regreso de cada uno a sus respectivas capitales, se impone el retorno a la realidad. Es la parte de reconocer que el camino para establecer una relación constructiva entre la potencia y la isla caribeña está lleno de obstáculos.
No es que todo esté pendiente. El levantamiento de las sanciones para los ciudadanos estadounidenses que pisen suelo cubano ha ocasionado una invasión de ‘gringos’ a ciudades como La Habana, según los reportes de prensa. Todavía es muy temprano para tener cifras, pero seguramente los ingresos de divisas van a tener un aumento sustancial debido al turismo y la facilidad de hacer más giros.
Más lento va a ser el proceso de apertura de embajadas, como lo prueban las negociaciones sobre el restablecimiento de vínculos diplomáticos formales adelantadas hasta ahora. Y es que una cosa es la voluntad política y otra la de ponerse de acuerdo en múltiples detalles, sobre todo cuando aún quedan rastros de desconfianza en la burocracia.
Pero la barrera más importante de todas es el desmonte de la Ley de Libertad y Solidaridad Democrática con Cuba, más conocida como Helms-Burton, que data de 1996 y que impide que un presidente estadounidense pueda cambiar las condiciones del embargo económico decidido a comienzos de los años sesenta. Para hacerlo, hay que pasar por el Congreso, hoy en día controlado por el Partido Republicano.
En consecuencia, las cosas seguirán igual por ahora. Eso quiere decir que la administración tiene el mandato de votar en contra del ingreso de Cuba a las entidades financieras multilaterales. Igualmente, la norma prohíbe la importación a territorio norteamericano de bienes de terceros países con componentes de la isla, al igual que la exportación directa de productos.
La lista es larga y las sanciones fuertes. Hay rendijas que van a contribuir a la distensión, pero mientras el tema legal no se solucione, lo más importante van a ser los actos simbólicos, en tanto llega la hora de los cambios reales.
Ricardo Ávila Pinto
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