Tras el aumento de las tensiones en Ucrania, que siguieron al derribamiento del avión de Malaysia Airlines, que fue alcanzado por un misil ruso hace un par de semanas, los europeos venían sintiendo la presión de apretarle las clavijas a Moscú. No solo la ciudadanía del Viejo Continente, sino Estados Unidos, favorecían un tono más duro hacia el régimen de Vladimir Putin.
Y eso fue lo que sucedió ayer. Después de muchos ires y venires, el bloque comunitario le dio luz verde a una oleada de sanciones que algunos ven como el preámbulo de una guerra comercial, de consecuencias todavía imposibles de predecir.
Por ahora, el golpe más fuerte lo debería sentir el sistema financiero ruso, cuyas puertas para acceder a fondos en euros empiezan a cerrarse. Adicionalmente, las actividades de exploración de recursos naturales se verán limitadas al momento de conseguir créditos, aparte de las operaciones relacionadas con venta de armas.
Aunque ninguna de esas decisiones representa un golpe demoledor, todas apuntan al talón de Aquiles del Kremlin: la salud de la economía. Y es que la fuga de capitales que comenzó cuando ocurrió la anexión de Crimea había contribuido a generar una recesión notoria en un país que ya venía afectado por el fin de la bonanza en los precios de los productos básicos.
Ahora el regreso a un crecimiento positivo se vuelve más difícil. En el mediano y en el largo plazo, el margen de maniobra de Putin se verá recortado, mientras que algunos de los millonarios que lo respaldan sentirán la presión en el bolsillo.
Falta ver qué efectos tiene la vuelta de tuerca en el ánimo de la población que respalda a su Presidente. Pero ese apoyo no será eterno si las cosas empeoran.
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto