El nuevo escándalo que afecta a la administración de Justicia, tras la revelación de una grabación que compromete al magistrado del Consejo Superior de la Judicatura, Henry Villarraga, ha vuelto a poner el dedo en la llaga sobre los problemas que aquejan a uno de los tres poderes públicos.
Como se recordará, el togado se escucha hablando con el coronel Robinson Javier González, detenido en una guarnición de Bogotá por la muerte de dos campesinos en Caldas, en el 2007, y quien buscaría que su caso pasara a ser del resorte de la justicia penal militar.
Más allá de los méritos particulares del asunto, este deja en evidencia que sigue pendiente la cirugía de fondo a una rama cuyo mal funcionamiento impide que Colombia pueda consolidarse como un país moderno.
Tanto la corrupción, como la demora en los procesos y la ineficiencia propia del sistema vigente, deberían justificar una cirugía de fondo.
Lamentablemente, la voluntad política de hacer una reforma es inexistente.
El descalabro que significó el pasado intento, cuando quedó claro que el remedio aprobado por el Congreso resultaba peor que la enfermedad, condenó el tema al olvido.
No obstante, hay que insistir en que una transformación de la Justicia debe volver a encabezar la agenda de cambios en el futuro cercano.
En tal sentido, es de esperar que en la campaña electoral que comienza, el tema se vuelva a mencionar por parte de quienes desean ocupar la Presidencia.
De lo contrario, la aspiración de edificar una nación viable tendrá que volver a ser pospuesta, hasta que alguien sea capaz de ponerle el cascabel al gato.
