Cumplidos los primeros meses de mandato del presidente Santos, llama la atención el interesante manejo que se le ha dado al tema de las relaciones internacionales del país. Más sugestivo aún, ha sido el proceso de acercamiento y normalización con los vecinos.
Por una parte, la reconciliación con Venezuela ha permitido que se den algunas luces sobre acuerdos, especialmente en el plano comercial, generando caminos de solución en beneficio de los exportadores, principales afectados por la crisis bilateral. Por otra, el restablecimiento de vínculos diplomáticos con Ecuador, abruptamente rotos luego del bombardeo de Angostura y de una década de constantes tropiezos, denota gran habilidad del Presidente colombiano como ‘gerente’ de la política exterior. También, se destaca como acción importante para los negocios y la diversificación de las relaciones externas, la primera visita de carácter oficial a Brasil, que en calidad de presidente realizó Santos, evidenciando con ello una visión global distinta a la de su antecesor.
Precisamente, hacer alusión a Brasil obliga a referirnos a los Bric, grupo de países que, formado por Brasil, China, India y Rusia, emergen con potencial significativo. Su apelativo trae consigo diversas características comunes: extenso territorio, densidad de población superior al promedio, mano de obra barata, atractivos para la inversión extranjera, notoria estabilidad política -para el caso específico de Brasil- y un constante crecimiento económico. Las estadísticas muestran al gigante suramericano, como la octava economía del mundo, con un PIB que crecerá a un ritmo superior al 7,5% este año, sumado al excelente comportamiento reflejado en el proceso de recuperación después de la crisis financiera del 2008, hechos que lo fortalecen como el país más sobresaliente de todos los latinoamericanos.
En este orden de ideas, la asociación con Brasil pasa a convertirse en prioridad para la agenda de la política exterior colombiana. Resulta pertinente comprenderla como una valiosa estrategia para el comercio nacional, debido a las posibilidades que se abren con un mercado de esa magnitud, y por la potencial relevancia de la inversión brasileña en la dinámica económica del país. Es de subrayar que en el período comprendido entre el 2000 y el 2009, la inversión brasileña directa en Colombia creció en un 6,7%, destacándose el 2007, a causa de negociaciones realizadas en el sector industrial, dentro del cual primó la multinacional Votorantim, que adquirió el 52% de Acerías Paz del Río. Con base en las estadísticas presentadas por Proexport, es factible indicar que en las postrimerías de este año, la cifra alcanza ya los 21 millones de dólares.
No obstante lo anterior, el gran reto de la administración Santos gira en torno al tema de la balanza comercial con Brasil, pues el flujo de comercio bilateral deja a Colombia en un déficit superior a los 1.500 millones de dólares. Los caminos para el logro de este fin, vienen sustentándose en el Acuerdo de Complementación Económica (ACE) No. 59 CAN -Mercosur, mediante el cual los miembros de los dos acuerdos, con excepción de Bolivia (por parte de la CAN), adquirieron una serie de privilegios arancelarios desde el primero de febrero del 2005, ampliando las posibilidades para empresarios y exportadores. Adicionalmente, abrió un interesante rango de manejo en el marco del acuerdo, debido a que se incorporaron en el mismo disposiciones en materia de desarrollo y cooperación, es decir, aporta unos cimientos jurídicos para aumentar la cooperación en todas las aristas económicas posibles.
De esta manera, una tarea inmediata para los empresarios colombianos será maximizar el ACE 59, aprovechando las potencialidades que le ofrece el mercado más grande de Suramérica, compuesto por aproximadamente 180 millones de habitantes.
Ahora bien, la importancia de Brasil no sólo radica en el plano económico-comercial. Desde la perspectiva política, el acercamiento con la potencia emergente representa para Colombia un camino para afianzar su proceso de inserción en el plano internacional. Un objetivo del gobierno actual es superar la visión que se ha tenido sobre el ejercicio de la política exterior, enfocada casi exclusivamente en la aplicación de la doctrina del respice polum, que concibe a Estados Unidos como la hoja de ruta de su accionar mundial, dejando de lado otros polos de desarrollo muy importantes, como por ejemplo, el Pacífico y Asia suroriental.
Así, el acercamiento con Brasil podría contribuir a la reconstrucción de la desgastada imagen de Colombia en Unasur, luego de estos dos últimos años, en los que la confrontación estuvo a la orden del día en distintos escenarios de la organización. En dichos espacios, el nombre de Colombia se vio cuestionado duramente por dos temas sensibles: la violación del territorio ecuatoriano, y la autorización al uso de las bases militares colombianas por parte de las fuerzas armadas estadounidenses. Para nada le conviene a nuestro país que Itamaraty tenga la percepción de que Colombia sea una ‘piedra en el zapato’ para el proceso de integración regional, asunto al que Brasil le ha puesto tanto empeño en cabeza de Lula (tema continuado por Rouseff, seguramente), y que está logrando institucionalizarse como el espacio, por excelencia, para el diálogo político regional, mostrando cada vez más un gran poder de convocatoria, tal como quedó evidenciado luego del fallido golpe de Estado en Ecuador, el pasado mes de septiembre.
Otro aspecto fundamental en la construcción de la agenda binacional es el tema de la frontera. Una línea de más de 1.500 kilómetros, con características muy propias que la convierten en asunto importante para las dos naciones. Por un lado, está el tema de los grupos al margen de la ley que logran encontrar un territorio propicio para la movilidad y el reabastecimiento de armas y municiones, y por otro, la subterránea economía basada en el tráfico ilícito de drogas, que encuentra en esta zona el espacio territorial perfecto para el cultivo, procesamiento y transporte de las mismas.
Urge, por tanto, afianzar los acuerdos que en materia judicial y control del espacio aéreo conjunto se configuraron desde comienzos de la década con la activación de las comisiones bilaterales de cancilleres y de vecindad, que infortunadamente, por la presencia militar estadounidense en Colombia e inoperancia y falta de voluntad política, se han visto afectados.
Mucho está por construir en la relación bilateral colombo-brasileña.
El momento histórico presenta a un país con un sólido liderazgo, con una pujante economía -más ocupada en el recalentamiento que en la desaceleración-, enfrentado a grandes retos como lo son el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos que, además de trabajo, generarán sendas importaciones de bienes y servicios. Se hace referencia a una nación próxima a ser protagonista nuclear de primer orden en la región, con la obtención de tecnología submarina en convenio con Francia, con una balanza comercial estratégicamente distribuida hacia los polos más dinámicos del planeta y una política exterior diseñada y aplicada bajo unos claros principios de concertación y diálogo. Queda en manos de Santos y su hábil Canciller, el diseño de esta asociación, en la cual primen el comercio, la seguridad y la inserción global para Colombia.