La discusión del fracturamiento hidráulico (fracking) cobra gran importancia por estos días, pues el acceso a estos recursos constituye una oportunidad para lograr un incremento en reservas. Aunque el Gobierno ya creó la regulación, algunos sectores, invocando el principio de precaución, han pedido que se declare una moratoria de toda actividad hasta tanto no se tengan estudios que garanticen que no habrá daño.
En primer lugar, hay que tener claro que aunque existan áreas asignadas para exploración de recursos no convencionales, esto de ninguna manera implica el inicio inmediato de trabajos de fracturamiento hidráulico a gran escala. Existen unos pasos técnicos previos que van a definir si es posible o no hacer el trabajo. Las características de las formaciones no convencionales pueden ser muy diferentes a la de otros países y, asimismo, los tratamientos requeridos.
En segundo lugar, buena parte de las técnicas que se emplean en el proceso no son nuevas y se vienen aplicando hace décadas sin impactos significativos. La diferencia en el caso del llamado fracking para el recobro en formaciones no convencionales es que la escala de la operación aumenta, dando lugar a diseños de fracturas de mayor longitud cuyos riesgos se controlan con modernas prácticas de ingeniería de diseño.
Para que todo funcione se requiere un alto grado de responsabilidad y colaboración entre operadoras, autoridades y empresas de servicios. Los resultados de las mediciones deben ser verificables y estar disponibles para el público. Pero, finalmente, un trabajo de fracking bien hecho garantiza que no se cause un detrimento ambiental.
Hernando Barrero
Presidente Ejecutivo de Acipet