DOMINGO, 03 DE DICIEMBRE DE 2023

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Coyuntura / Por la cosecha del agua

Es un clamor nacional que páramos, zonas de manglar, humedales, pantanos y áreas de inundación natural tienen que formar parte del catálogo de sitios en donde actividades productivas distintas a la cosecha del agua no pueden realizarse.

Redacción Portafolio
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Redacción Portafolio

Sin duda, el agua es fundamental para la vida. No solo es necesaria para abastecer con agua potable y segura a una población, también lo es para proveer energía limpia y generar las condiciones adecuadas para las actividades agropecuarias y piscícolas, como vía de transporte o lugar de esparcimiento y recreación, entre otros usos.

El agua dulce que escurre por las cuencas en forma de arroyos, ríos, lagunas y lagos es una mínima fracción del líquido en el planeta.

Gráficamente, si toda el agua de la Tierra estuviera concentrada en un balde de 10 litros, apenas una cucharadita sería agua dulce para ser utilizada en los usos que hemos mencionado, sin tener en cuenta que parte de esa cucharadita está contaminada por las actividades humanas.

No sobra recordar que se trata parcialmente el 30 por ciento de las aguas residuales del país.

Cada vez que el clima estornuda, más de 300 municipios comienzan a tener problemas de suministro de agua y los campos asolados. Si llueve, las inundaciones y el arrastre de piedras, lodo y árboles destruyen bocatomas, vías de penetración, cultivos. Estamos ante un vaivén de sequías e inviernos sin avanzar en una gestión integral del agua.

En ese contexto, lo primero es reconocer que el agua es escasa y es imperativo cuidarla, tratar de regularizar su ciclo desde el nivel local.

Nada más perjudicial para el manejo adecuado del agua que habernos creído potencia hídrica mundial, lo cual motiva su derroche, su contaminación y la falta de interés de los ciudadanos por ella.

Ecoversa hizo un estudio para Andesco en el que se identificaron y evaluaron los instrumentos económicos, financieros y tributarios ambientales existentes en el país.

La mayoría de los instrumentos presenta dificultades en su implementación. Aún existen instrumentos económicos y financieros que no han sido reglamentados (tasas compensatorias, tasas de aprovechamiento forestal, pago por servicios ambientales) o a los que no se les han asignado recursos para su implementación (CIF de conservación).

Esta falta de reglamentación crea un vacío en mecanismos que incentiven la conservación de ecosistemas naturales.

Frente al agua, es indispensable, además de poner en práctica aquellos instrumentos que ni siquiera han sido reglamentados, ser ingeniosos para generar incentivos poderosos para garantizar la cosecha del agua.

El país está en un dilema entre conservación y desarrollo.

Lo que se impone es la premisa de la sostenibilidad, entendida como el equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental. Es un clamor nacional que páramos, zonas de manglar, humedales, pantanos y áreas de inundación natural tienen que formar parte del catálogo de sitios en donde las actividades productivas distintas a la cosecha del agua no pueden llevarse a cabo.

La deforestación es el cáncer que carcome al país.

No es posible que alrededor de 300 mil hectáreas por año de bosque sean taladas para potrerización, cultivos lícitos e ilícitos, explotación ilegal de la madera, entre otros.

Por lo tanto, el incentivo lógico es pagar, como sociedad, por estos servicios ambientales; pagar por esta cosecha del agua a quienes la deben proteger, que son los dueños de los terrenos en donde estos ecosistemas están. En palabras sencillas, pagar para que no se talen los frailejones, las matas de monte, los mangles, los morichales y las riberas de las cuencas.

Pagar por ampliar la frontera de las zonas de cosecha de agua, con estímulos para hacer pequeños lagos artificiales, lagunas de pondaje, jagüeyes; incentivar la creación de reservas de la sociedad civil con facilidad en sus trámites.

Una medida complementaria es un descuento en el impuesto predial al dueño del terreno que conserve estos ecosistemas; el municipio que los otorgue debería ser compensado con recursos provenientes de fuentes como regalías o sistema general de participaciones.

Hay que ampliar el presupuesto de los Parques Nacionales y Áreas Protegidas; ser eficientes en el manejo de los recursos destinados a la conservación, como los correspondientes a la sobretasa predial; inversión del 1 por ciento del presupuesto municipal; transferencias del sector eléctrico; tasas del agua y retributivas, entre otros.

Hay que sembrar millones de árboles para mitigar el cambio climático, y así regular naturalmente la escorrentía del agua y evitar que los sedimentos sean lo único que llegue a nuestros ríos.

Debemos pensar que los empleos verdes de guardabosques y sembradores de árboles pueden ser una alternativa para muchos compatriotas que están en proceso de reinserción.

Finalmente, no hay que olvidar las campañas masivas de educación ambiental a todo nivel por parte de los medios de comunicación y los colegios.

La televisión regional y comunitaria debe ser la abanderada de la defensa y el cuidado del agua. En fin, como en Fuenteovejuna, todos a una por la cosecha del agua.

Gustavo Galvis Hernández

Presidente de Andesco

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