Ahora que se cumplen dos años de vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos todos los promotores y detractores del mismo estaremos usando las mismas cifras para validar nuestros puntos de vista.
Sin caer en esa catarsis, mi argumento central será que durante su escasa vigencia las nuevas exportaciones están despegando más lento de lo previsto y que los productos sensibles, gracias a los plazos largos de desgravación que fueron negociados (agricultura entre 10 y 19 años y manufactureros 10 años) tienen tiempo suficiente para realizar los ajustes requeridos.
Con la puesta en vigencia del TLC se logró algo muy importante: ponernos en igualdad de condiciones de acceso al mercado estadounidense, principal destino de las exportaciones, con nuestros competidores directos como México, Centroamérica, Perú y Chile.
Todos estos países desde hace varios años exportan sus productos agrícolas y manufactureros a cero arancel y sin ninguna incertidumbre derivada de la eventual renovación de las preferencias.
Las preferencias del Atpdea tenían dos serios inconvenientes.
El congreso de EE. UU. no estaba interesado en mantenerlas a todos los socios andinos y debido a la crisis internacional buscaba que las condiciones de acceso privilegiado en su mercado fueran de doble vía.
Por otra parte, había cerca de 1.400 productos no cubiertos por el Atpdea, pagando aranceles en Estados Unidos, con productos claves para Colombia como algunos hortofrutícolas y otros manufactureros como las confecciones para el hogar, parte del calzado y agroindustriales.
Muchos de estos productos son los que tienen el mayor potencial de crecimiento exportador en el corto plazo.
Cuando se evalúan los beneficios de cualquier acuerdo comercial se tiende a tener una mirada mercantilista.
Se olvida fácilmente que se exporta, no para guardar dólares debajo del colchón, sino para financiar a su vez mayores importaciones.
Al final el beneficio se debe medir por la eliminación del sesgo antiexportador que nos resta competitividad en los mercados internacionales, en la eliminación de la desviación de comercio que llevaba a comprar productos más costosos de la subregión andina y en la certidumbre de tener acceso preferencial a mercados de alto poder adquisitivo, mas diversificados, estables y con una adecuada seguridad jurídica.
El contraste claro es Venezuela, que siendo nuestro mayor socio comercial de exportaciones no tradicionales, por sus conocidas dificultades redujo sus compras en más de un 80 por ciento en menos de una década.
El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha destacado que en los primeros 20 meses de vigencia del acuerdo se han exportado 350 nuevos productos y 1600 nuevas empresas han vendido sus productos en los EE. UU.
No es de extrañar pues ese país importa al año 2,3 trillones de dólares de todo tipo de productos incluyendo la mayoría de los de nuestra canasta exportadora.
Sin embargo es indudable que se requiere un mayor esfuerzo de gobierno y de sector privado.
En particular, se requiere una política de clusters regionales que permita alcanzar las economías de escala y de aglomeración que se requieren para ser viable y sostenible el esfuerzo exportador.
Por ejemplo, Proexport y las Cámaras de Comercio deben redoblar sus esfuerzos para asesorar a los empresarios en reglas de origen, compras públicas, certificaciones de calidad, escaso abasto, integración en cadenas regionales de valor, comercio electrónico y selección de vehículos de comercialización eficientes.
El reto para ser exitoso en el comercio internacional es totalmente distinto al que se enfrentaba hace pocos años cuando solo teníamos el acuerdo de la CAN.
Los países que exitosamente han aprovechado los TLC, más que el mayor nivel de comercio alcanzado, señalan los beneficios de la modernización de sus instituciones de comercio, asuntos sanitarios y fitosanitarios, normas de calidad, aduanas y el atractivo para inversionistas nacionales y extranjeros de usar como plataforma de exportaciones a su país.
Así mismo, el desarrollo de nuevas regiones como ocurrió en el norte de México, el centro de Chile y ciudades costeras de Centroamérica.
El TLC ya está apoyando el desarrollo de nuestra costa Caribe y ojalá se gesten las condiciones para que también suceda en la costa Pacífica.
Hernando José Gómez
Exjefe de la oficina de aprovechamiento del TLC con EE. UU.