Si algún tema se ha abierto a una gran discusión es precisamente el del crecimiento de las economías y, más que esto, el de cómo lograr un desarrollo menos excluyente e inequitativo, y más compartido. Por décadas, esta ha sido la preocupación de los países en desarrollo, sin que los centros donde se ha generado tradicionalmente el conocimiento le dieran la importancia necesaria.
Sin embargo, llegó el momento, porque los industrializados, los que habían dictado cátedra e impuesto sus ideas a través de los organismos internacionales que aún dominan, están sufriendo las consecuencias de muchas de sus recetas en materia económica.
Por primera vez, los emergentes no son los causantes de la actual crisis financiera y aunque no pueden librarse de sus impactos negativos, están mejor preparados que los ricos para salir adelante de esta prueba.
El centro del desarrollo se desplazó.
Hoy, Asia, América Latina e incluso varios pases africanos están dando muestras de un mejor comportamiento de sus economías.
Es el momento para abrir el debate sobre dónde se ha fallado, qué se ha quedado por fuera de los análisis tradicionales de los economistas que lideran estas discusiones y de escuchar, con menos arrogancia, la voz de otras ciencias sociales tradicionalmente despreciadas.
En el foco de algunos analistas estadounidenses ya está la excesiva riqueza del 1 por ciento, mientras la pobreza aumenta, así como la debilidad de las clases medias.
La comunidad académica, los Gobiernos y, en general, los tomadores de decisiones del mundo se enfrentan al reto de ampliar el espectro de análisis del comportamiento de sus sociedades, para lograr introducir elementos olvidados que pueden ser absolutamente claves para avanzar en equidad, justicia social, libertad de todos los ciudadanos, en los términos en que Amartya Sen ha definido el desarrollo.
“La economía se ha concentrado en los temas de la acumulación y ha olvidado dimensiones críticas de la vida, ignorando su impacto en el largo plazo sobre el mantenimiento de la humanidad, la reproducción social y la sostenibilidad ambiental”.
“Como resultado, hay grandes tensiones entre el incesante deseo del crecimiento de la economía de mercado para responder a la progresiva demanda por bienes materiales, por un lado, y la habilidad de las sociedades para cuidar a su gente y los ecosistemas, por el otro”.
Estas frases son parte de los análisis de María Floro, economista filipina y profesora de la American University, que será una de las conferencistas del foro organizado por el CISOE, el DANE y el Centro Nacional de Consultoría, el próximo 13 de junio en el salón Esmeralda del Hotel Tequendama: ‘Bases para un Nuevo Modelo de Desarrollo con Equidad’.
Este seminario inicia el debate sobre la inclusión de nuevas variables y realidades hasta ahora excluidas de los análisis, que pueden ayudar a cambiar la forma tradicional de enfrentar el desarrollo.
Se trata de abrir esa caja negra que manejan los economistas, el ceteris paribus, donde se esconde la cultura, las tradiciones y la historia, elementos que para facilitar el análisis matemático de las variables económicas se supone no cambian y, sobre todo, no influyen.
Se trata de plantear nuevos modelos de desarrollo y de abordar el tema del cuidado e incluirlo en el análisis económico, lo que hasta ahora no se ha logrado ni en la sociedades más desarrolladas. Se ha desconocido la interrelación de la economía de mercado con el cuidado, entendido como la preparación de los alimentos; la producción de subsistencia; la atención de niños, ancianos y enfermos, realizados dentro del hogar sin remuneración; y la sustitución del Estado por parte de las mujeres en estas labores. Además, tampoco se ha considerado su intrínseca relación con la esquiva equidad y, especialmente, con la brecha existente entre hombres y mujeres.
Es una nueva avenida de análisis hasta ahora despreciada por economistas del main stream y gobiernos, y. como el cuidado es realizado hasta ahora fundamentalmente por mujeres, también por los hombres.
Su importancia radica en que tiene que ver directamente con la calidad de vida de la gente.
El cuidado se refiere nada menos que a la reproducción social, entendida como “el mantenimiento y el aprovisionamiento para la vida humana, lo mismo que el fortalecimiento de las capacidades de la gente como trabajadores ciudadanos y stewards de este planeta. Implica reconocer las actividades reproductivas o del cuidado que afectan el bienestar de las actuales y futuras generaciones”. La economía se ha concentrado en los temas de crecimiento y de aumento del consumo material, y ha ignorado la gran interrelación que esos objetivos tienen con el deterioro del cuidado de la gente.
La crisis del cuidado es el resultado de subestimarlo y dirigir los recursos a incentivar la producción material, dejando a la deriva la reproducción social.
La inclusión del cuidado en la economía generará empleo, derribará la barrera para que las mujeres ganen autonomía económica y se eliminen las históricas e injustas desigualdades de género, aumentará el PIB de los países y, lo más importante, logrará un nuevo paradigma de desarrollo con equidad.
Cecilia López Montaño
Exministra de Agricultura – Exsenadora